28 abril 2004

Eficacia, demencia, circo y nausea

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Eficacia, demencia, circo y nausea

De quien tiene una responsabilidad de gestión o representación se espera la mayor eficacia posible, es decir, que consiga los fines propios de su gestión, siempre en positivo social, lo mejor y más rápidamente y con el menor gasto posible.

Esto es aplicable tanto a quien gestiona las tareas del hogar o una relación de pareja, ambos miembros de la misma, hasta quien gestiona la Administración de una super Organización Mundial, un Gobierno o una Oposición, pasando por cualquier gestión de cualquier organización o representación.

El procedimiento necesario para la eficacia es la previsión de los hechos, sus causas y sus consecuencias; y la razón coherente e inteligente aplicable a la gestión, con el objetivo de conseguir la misión propia correspondiente.

Lo lógico y coherente es que cada palo aguante su vela de su propia competencia y, consecuentemente, sea eficaz en su ejercicio de administración.

No obstante, no es raro el caso de piezas gestoras colocadas en el sitio equivocado, incluso en la presidencia de un gobierno u oposición o fiscalía general, totalmente incompetentes para poder desarrollar su función responsable con un mínimo de acierto o eficacia o, lo que es peor, que gestionan mal intencionadamente, para conseguir objetivos distintos, muchas veces opuestos, a los correspondientes al cargo, por intereses particulares, familiares o amicales. En estos casos la eficacia es nula, no se consiguen los fines propuestos, o negativa, se producen efectos perjudiciales para personas individuales o grupos colectivos. Podemos decir que la demencia, por incompetencia o por malicia, la falta de la razón lógica, coherente y eficaz, preside estas gestiones.

Los casos de ineficacia en empresas privadas propiedad del propio incompetente, aún así, son inaceptables porque pueden perjudicar a clientes, proveedores, empresas relacionadas,…

Pero los casos de funcionarios y políticos incompetentes, que cobran del conjunto de los ciudadanos, aún resultan mucho más inaceptables.

El absurdo, el disparate o dislate, la demencia, la incoherencia, intencionales, con intención de divertir al auditorio, es el recurso que utilizan los payasos del circo. Provoca gran hilaridad, muchas carcajadas y no poca diversión.

No obstante cuando estos dislates ocasionan graves perjuicios sociales, malos tratos físicos o psíquicos, peligro de fractura social, o incluso muertes activas o reactivas no causan la más mínima gracia del payaso, sino una profunda nausea.

Algunos miembros del antiguo gobierno estatal mostraron un importante grado de eficacia en su función, otros mostraron y muestran un importante grado de ineficacia, otros mostraron y muestran ser unos payasos remarcables, otros, finalmente provocaron y siguen provocando una inmensa nausea.

Una inmensa nausea provoca, entre otros, la actuación del engominado portavoz del PP en el Congreso (aviados estamos si ésta es la voz oficial, por supuesto “jurásica”, de este partido, otrora respetable), como nauseabundos han sido los insultos “reflexivos”, que caen sobre quien los profiere, del anterior ministro del interior. ¡Qué pena! ¡Qué asco! ¡Qué inmenso circo nauseabundo!









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