08 diciembre 2002

Sociedad enferma de inmoralidad


Sociedad

Sociedad enferma de inmoralidad
Javier Marias. El Semanal. 8 de Diciembre de 2002
Enfermos de inmoralidad
Pocos peligros mayores que la cantidad y su natural consecuencia, el acostumbramiento. Por culpa de ambos los hechos mas aberrantes y las palabras mas falsas pueden acabar tomándose por «normales», y al hacerse «normales», empiezan a parecer aceptables, cuando en modo alguno lo son. Cuenta Stefan Zweig en sus memorias, El mundo de ayer, como su madre se encontró de pronto con la prohibición de sentarse en los parques por su condición de judía, y como le dolió no poder salir ya a pasear por ellos, porque, siendo anciana, se cansaba y necesitaba hacer altos. La medida adoptada por los nazis (una de las primeras contra los judíos) era tan mezquina como absurda como «menor» (con ello aun no se encarcelaba ni mataba a nadie). Pero que algo así pudiera la población tomarlo como «normal», es sin duda la causa de lo que vino después, y uno de los motivos por los que resulta imposible creer lo que al termino de la Segunda Guerra Mundial adujeron los alemanes y austriacos en general: que ignoraban lo que se hacia con sus compatriotas judíos; que nunca se enteraron de la bestialidad.

En nuestro país hay tales dosis de cinismo que la gente se está acostumbrando a él; lo cual trae solo más y más, y la infinita desfachatez. Los personajes públicos sueltan falacias in disimuladas, y como nadie se las rebate, ni los obliga a rectificar, todo sigue en aumento y viva la impunidad. Hoy veo tres ejemplos fantásticos. Un etarra condenado en su día a casi trescientos años de prisión por la comisión de seis asesinatos, y excarcelado legalmente por una juez hace poco tras haber cumplido trece de su pena, ha aparecido muerto con un tiro en el pecho y la escopeta de su hermano al lado. Antes, en la cárcel, había intentado suicidarse dos veces por cuestiones personales (su separación matrimonial, quizá), y además su madre estaba enferma de cáncer. Según la Ertzaintza, parece haber muerto por su propia mano, y ni su familia ni sus allegados políticos exigen siquiera una segunda autopsia. Pero nada de esto obsta para que el cinismo haga acto de aparición y afirme: a) que «la presión del Estado y de los medios de comunicación» es la causante del fallecimiento (Askatasuna); b) que «hay que exigir responsabilidades a quienes, desde diferentes instituciones y medios, han orquestado una campaña de acoso y derribo» (Azkarraga, Consejero de justicia del Gobierno Vasco); C) que esta por ver que no se trate de un asesinato (Anasagasti, del PNV); y d) que la «única culpable» es ETA (Acebes, Ministro del Interior). A todo esto se lo llama simplemente «instrumentalización» y hasta la próxima, sin que ninguno de estos individuos sufra el menor desprestigio por semejantes declaraciones. Y esto ultimo es lo más grave de todo.

Luego leo en las paginas deportivas las opiniones del presidente y el entrenador del Barcelona, Gaspart y Van Gaal, relativas a los incidentes del ultimo Barça-Real Madrid en el Camp Nou. Como recordaran, el partido hubo de suspenderse un buen rato porque no había forma de que Figo sacara los corners sin que le cayera una lluvia de objetos, desde pelotas de golf a móviles a una botella de whisky de cristal, que se vio bien en la televisión. Lejos de posibles actitudes desafiantes, la de Figo fue muy neutra y serena. Se limito a apartarse del corner para evitar su lapidación, y lo hizo sin aspavientos y sin encararse con nadie. Pues bien, afirma sin embargo Gaspart que «el publico ha sufrido una provocación fuera de lugar e innecesaria», y que los lanzamientos son «la respuesta a esa provocación, y yo no acepto que vengan a provocar a mi casa». Y Van Gaal lo ha secundado: «Figo provoco lo sucedido». ¿Por tirar los corners? Estos dos mandamases, entonces, también podrían considerar provocación que Raul lanzara un penalty o Roberto Carlos las faltas, o el solo hecho de que Figo saliera al campo. 0, por que no, la mera presencia del Madrid en su estadio. Se trata, una vez mas, de la culpabilizacion de las victimas por parte de los verdugos. Es como si un nazi hubiera argüido: «Es que es una provocación que la señora Zweig quiera sentarse en los parques, y no me extraña que la hayan expulsado y agredido».

Leo, por ultimo, la respuesta de un escritor, reciente ganador del premio convocado por una editorial «independiente», cuando le preguntan como es que se presentó: «Porque fue una propuesta del editor» (organizador y financiador del tal premio, abierto supuestamente a cualquiera que enviase su original), «que me explicó que, en el caso de que el jurado me premiara, estaría bien que figurara en el importante palmares». Y yo me pregunto no ya cómo puede un editor proponerle a un autor que se presente a su premio (lo cual sucede a diario. me temo), si no cómo es que ni uno ni otro se molestan siquiera en «guardar las apariencias», y relatan el tejemaneje con desparpajo. Y lo más grave sigue siendo siempre lo mismo, que ni uno ni otro sufrirán, probablemente, el menor desprestigio por ello. Pero no nos engañemos: una sociedad que no castiga ni vuelve la espalda a los cínicos y a los desfachatados es una sociedad enferma. Enferma de inmoralidad.

Javier Marias. El Semanal. 8 de diciembre de 2002
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