La guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
4 El desembarco de las fuerzas republicanas
Aquella
misma tarde nos metieron en unos camiones. Yo estaba seguro que nos
mandaban a Manacor, pero me equivoqué. Tomamos la carretera de Palma a
Santanyí.
Nos habían provisto de un buen equipo de campaña y mucha munición. En cada camión, en la cabina junto al chofer, iba un oficial y con nosotros, de pie, un sargento.
No se oía un murmullo. Todos callábamos.
Al llegar a Campos del Puerto, el camión en que yo iba.· · paró y subió un falangista que dijo que los "rojos" habían desembarcado en Porto Cristo. No sorprendió a nadie.
Continuamos el viaje hasta ses Salines y tomamos la escuela de la localidad como cuartel.
Por la noche salíamos a la costa, en toda aquella finca de s'Avall i s'Avallet, colocamos la línea de un tendido telefónico que, supongo, se prolongaría hasta Manacor.
Enfrente teníamos la pequeña Isla de Cabrera y los "rojos" nos espiaban. Así que, tanto los que colocaban el tendido como los que lo cubríamos, procurábamos estar protegidos, bien por la vegetación o por accidentes naturales, guardándonos por la noche, de encender fuego siquiera para fumar.
De ahí que empleáramos un encendedor de mecha, de los que no producen llama. Pero, por distracción a uno de los compañeros, se le ocurrió encender una cerilla y casi automáticamente oí el silbido de una bala.
Nos echamos todos al suelo, pero yo lo hice con tan mala suerte, con tanto sobresalto que me caí de tal manera, debido al desnivel del terreno, que me torcí un tobillo...
Fui evacuado. Me devolvieron a Palma. Durante unos días pude dormir en blanda cama...
Poco duró lo de Manacor. Los "rojos" a las órdenes del Capitán Bayo, reembarcaron y se terminó aquella escaramuza.
Cuando las fuerzas de Bayo reembarcaron, algunos/as no se dieron cuenta y quedaron abandonados en Portocristo: Aquí vemos dos combatientes y cinco enfermeras. Fueron torturados, exibidos y fusilados.
La verdad es que eran unos desgraciados. En vez de hacer la guerra se entretuvieron en robar y juerguear todo lo que pudieron.
No cabe duda de que las tropas mallorquinas organizadas y equipadas como tal ejército regular fueron más inteligentes y prontamente aprendieron la palabra "requisar" y la aplicaron de acuerdo con su particular concepto de incrementar la economía personal y, con esta práctica, por donde pasaron, no sé si fue en holocausto de Dios o de la
Patria, no quedó más que la nada...
Hubo más de un "héroe" que llegó a Palma con algún "amuleto" consistente en una pulsera de oro o unos cubiertos de plata y no hablemos, pendientes, botonaduras de payesa, etc, etc.
-Pero qué mala gente y qué ladrones eran los "rojos"-...!
Si bien todas las cárceles estaban llenas y todos los días había algún que otro fusilamiento, no cabe duda que a raíz de aquel amago de invasión, como consecuencia del desembarco en Porto Cristo, el terror se incrementó de tal manera que en toda la isla cundió el miedo. Un miedo atroz. Un miedo que llegó a convertir a las personas en bestias.
Bestias asustadas los unos y bestias poseídas por el frenesí de la sangre los otros...
Esta isla tan devota, tan católica, se había convertido en un solar que alojaba a manadas de perseguidos y perseguidores.
Era de noche. Las doce o más ... En la cárcel de Can MIR, entraban cuatro hombres vestidos de falangistas... A primera hora de la madrugada un campesino encontraba cuatro cadáveres, totalmente mutilados, no identificables.
Dos días después el director de la improvisada cárcel le contestaba a una señora:
- "Me extraña que no fuera a su casa. Sí, en efecto, fue puesto en libertad".
Quizás fuera uno de los cuatro no identificables. Uno de los muchos que tardaron años y años en poder ser cadáver oficial y gozar del correspondiente certificado de defunción.
Miedo, mucho miedo ...
Cadáveres que reposaban en las fosas comunes, pero ofiialmente
estaban vivos ...
La familia ni siquiera se atrevía a ponerse de luto; pero se construía una España nueva... Y, en nombre de Dios y de la Patria, las tapias del cementerio de Palma cada día tenían más agujeros y cada día se encontraban más "rojos" tendidos.
Había que demoler las estructuras de la civilización liberal en defensa de Dios. De ahí que algunos de sus leales ministros cambiaran la sotana por el uniforme falangista y el cáliz por la pistola...
San Miguel otra vez tenía que aplastar a la serpiente; puesto que Dios, aquel Dios que había estado en contra de Juana de Arco, aquel Dios invocado por los inquisidores, cuando se regodeaban en disquisiciones teológicas, para eliminar a creyentes y no creyentes, estaba en peligro y tenía que ser defendido. ¡Sí!... defendido hasta contra el propio Cristo.
-"La manzana podrida corrompe a su compañera". El refrán me lo recordaba el canónigo penitenciario de la Catedral de Palma, de nuestra "seo" ... Y no me fusilaron porque, a pesar de sus ministros, Dios, el Dios de todos, es justo.
Recuerdo que por aquellas fechas seguía de guarnición en el Cuartel de Caballería y, tanto por el tiempo como por el ambiente, se cernía sobre Mallorca un sentimiento de total tristeza. Las fuerzas dirigentes habían logrado imponerse a base de implantar un verdadero clima de terror...
Había empezado un otoño, aunque prematuro, exageradamente falto de color, de vida. Las propias estrellas, al mirarlas por la noche, parecían distintas. Habían perdido brillo y la Luna, nuestra amiga Selene, aquella juguetona que se vale de cuatro fases para favorecer y, a la vez, inquietar a los enamorados, ya no sentía el embrujo de la noche... Si hubiera podido se habría escondido para no ser testigo de tanto
desamor, para no contemplar a este pedazo de tierra ensangrentada.
Tierra ensangrentada por balas y por el odio ...
Con dirección a los Juzgados Militares entró en el patio del Cuartel un oficial acompañado de un paisano. Eran hermanos. El oficial, teniente de complemento, era uno de los muchos jueces improvisados para entender y dar forma al montón de sumarios que por "auxilio a la rebelión" se instruían a los que NO se habían sublevado. El paisano, republicano moderado, y como tal liberal y antifascista, era persona que, dada su situación económica y el centro de las amistades en que se desenvolvía, estaba considerado como un ricacho de derechas. Se trataba de Juan Klein Serraller, que también pertenecía a la Logia Masónica Pitágoras de Palma. Había tenido ocasión de tratar con él en el terreno político y, si bien era bastante mayor, ya que tendría alrededor de los cuarenta, habíamos simpatizado lo suficiente
para llegar a ser buenos amigos.
Yo no estaba de centinela, pero sí formaba parte de la guardia, así es que con todo el peso de las cartucheras llenas, me había sentado en el peldaño que daba acceso al Cuerpo de Guardia, junto a la puerta; por lo tanto, necesariamente teníamos que vernos. Yo tenía miedo, ésta es la verdad, y me hice el desentendido . Como si no le conociera, pero él se paró y me saludó. Muy rápido me dijo que quería hablar conmigo y que al día siguiente, entre seis y seis y media, pasara por el Automóvil Club, que en aquella fecha estaba ubicado en el Borne, al lado de Can Tomeu.
De aquel viejo restaurante en que tantas y tantas horas había "matado", en franca tertulia, Santiago Rusinyol. Posiblemente por amor a la "roqueta" y a sus gentes, había gestado "la Isla de la Calma", con este concepto de una calma no tan sólo del ambiente externo o ciudadano, sino con la calma que, en el fondo, representa la tranquilidad y el sosiego del alma. No tenía que pararme. Tenía que seguir hasta la calle de San Jaime y allí él me alcanzaría y hablaríamos. .
- El marqués de Zayas, dijo ayer en la tertulia del Automóvil Club que dentro de unos días tendría las relaciones de nombres que por mediación del cónsul italiano, se habían obtenido.
-Estoy seguro que tanto tú como yo estaremos.
-Mañana saldré en un barco inglés. Si quieres puedes venirte conmigo. No te preocupes por el dinero. Eso será lo de menos.
-Lo tienes muy bien. Ten en cuenta que el desembarcadero está a menos de cien metros de la puerta de tu Cuartel
y, aunque estuvieras de guardia, vas allí y saltas a la canoa. Lo demás viene solo.
-Yo llegaré en coche con un oficial que habrá ido de antemano a ver el cónsul de su país y regresará en el coche del funcionario consular. Yo le acompañaré. Llegaremos entre seis y seis y media. Tú saltas y no te preocupes...
-Bien, ahora vete, que no tenemos que llamar la atención.
Y me dejó plantado.
Aquella noche no llegué a conciliar el sueño... Mi padre estaba enfermo. ¿Me iba? ¿No me iba? ¿Lo dejaba o no lodejaba?...
Aquel maremágnum de ideas y pensamientos en donde el egoísmo y el altruismo convergían totalmente contrapuestos, siempre daba por resultado la aparición del espectro de la enfermedad de mi padre. Aquella úlcera de estómago por cualquier motivo podía volverse a despertar.
¿Podría ser un acto mío el agente neuro-vegetativo que produjerala alteración?. Vi partir la lancha... Había perdido mi última oportunidad.
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