Como .los cabellos de serpiente de la diosa griega de la venganza, ondean los tentáculos de la anémona de mar en medio de la luciférica magnificencia de un arrecife de coral en el golfo de Akaba. De repente un feroz raño se abalanza sobre un amphitrion percula, llamado popularmente pez clown, debido a su aspecto y colorido, que convive con las grandes anémonas. El pez clown finge que intenta escapar del raño, se precipita en medio de la cabeza de tentáculos serpenteantes, cae en el orificio bucal de la anémona y desaparece en su estómago.
Arrastrado por su instinto cazador, el raño lo persigue; pero tan pronto roza uno de los tentáculos de la anémona, se contrae como si recibiera una descarga eléctrica. Petrificado, como por la visión de esa Gorgona de cabeza llena de serpientes de la leyenda griega, se queda tumbado sobre un costado.
De inmediato caen sobre él nuevos tentáculos de la anémona que lo matan con su veneno y lo introducen en la cavidad bucal, entre el bosque de tentáculos.
Muy pronto, de la boca de la anémona sólo sobresale un poco de la cola del infortunado raño y es entonces cuando el pequeño pez clown sale de la anémona, como Jonás de la ballena. Se desliza a través de cien tentáculos ortigosos que acaban de matar al otro pez mucho mayor, como si se tratara de algas inofensivas, y comienza a devorar la cola del enemigo que trató de comérselo a él.
En ese drama se realizan mitos de la antigüedad y profecías del Antiguo Testamento, que muestran así su veracidad... ¡al menos en el reino-animal! Sin embargo, para la ciencia son muchas las cosas que quedan sin aclarar.
Se sabe, a medias, por qué razón la anémona, que mata-a casi todos los
demás seres vivos no le causa el menor daño a su amigo, el pez clown, al que también se llama pez de las anémonas. El pececillo sabe arreglárselas para robar, al primer contacto con «su» anémona, un «bálsamo protector» que se encuentra en la punta más externa de sus tentáculos. Es eLantídoto con que la anémona evita que cada uno de sus tentáculos emponzoñe a los otros que toca. Se trata de una substancia. gelatinosa, producida por la propia anémona, que hace que las células que. producen su veneno mortal no lo suelten al ser rozadas.
El pez clown, que se ha untado el cuerpo con ese «bálsamo», posee una «piel de Sigfrido», que no puede ser vulnerada, y de ese modo se convierte en amigo del que, en otro caso, sería su enemigo mortal.
Por otra parte, sigue siendo todavía un misteri-o por qué los jugos gástricos de la anémona no afectan al pequeño pez, que no se limita a esconderse en su estómago cuando huye de sus enemigos, sino que suele pasar en él todas las noches, durmiendo tranquilamente en ese infierno agitado por el proceso digestivo. El pez clown duerme en la más extraordinaria cama que la madre naturaleza puede ofrecer a sus criaturas. Y encuentra absoluta seguridad precisamente allí donde los demás animales se disuelven y se transforman en jugos nutritivos.
Otras cosas no menos asombrosas ha descubierto el zoólogo alemán doctor Hans W. Fricke en la extraña simbiosis de estos dos animales, tan fundamentalmente distintos, durante sus trabajos realizados en el laboratorio de la Marina israelí Heinz-Steinitz, en Elath.
Sin «su» anémona el pez clown no podría vivir. Si es rechazado por ella, segundos después se convierte en víctima· de uno de los muchos peces depredadores que habitan en los arrecifes de coral. Ésa es la razón de que sólo se vea a este pez en compañía, en simbiosis, con la anémona de mar. Recíprocamente, cada anémona gigante cuenta con sus pececillos, generalmente una pareja adulta y sus «hijos». Pero estos «hijos» -he aquí un detalle sorprendente más en esta forma de vida tan poco corriente en una comunidad anin1al- no son hijos carnales de la pareja, sino unos adolescentes extraños que se. unieron a ellos.
La lucha por la supervivencia en un mundo poblado de enemigos carnívoros ha desarrollado una forma verdaderamente extraña de colaboración en circunstancias de extrema dependencia mutua. El resultado .es ·algo que nos sorprende tanto como si estuviéramos frente a criaturas ·desconocidas y misteriosas procedentes de un lejano planeta.
Lo más importante en el destino del amphitrion percola es la anémona y a la recíproca. Todo lo demás que los rodea en su mundo es de importancia secundaria. Así, en el transcurso de millones de años el pez clown y la anémona han formado una simbiosis imprescindible para ambos.
Conjuntamente, ambos nos muestran de manera práctica, en todos los aspectos de su adaptación simbiótica, los máximos extremos a los que unas criaturas pueden llevar su arte y su capacidad de adaptación forzados por la necesidad de sobrevivir.
En el acuario, la anémona puede pasarse sin su pez clown, pero en la libertad del arrecife coralino lo pasaría muy mal sin su amigo.
En el arrecife existen distintas especies de peces que han desarrollado una técnica especial para poder comerse a las anémonas sin ser devorados por ellas.
Precavidamente se aproximan, muerden la punta de uno -de sus tentáculos, después el siguiente como los seres humanos frente a un plato· de espárragos-. Las anémonas así mutiladas se precipitan, con su: velocidad máxima de ocho centímetros por hora (lo que hace que un caracol pueda parecer un coche de carreras a su lado), en una grieta de las rocas, y sólo se atreven a extender sus tentáculos durante la noche, cuando sus enemigos que han desarrollado ese truco duermen.
Ese comportamiento de la anémona, ese esconderse en las grietas durante el día y hacer vida nocturna, resultaría mortal para el pez clown, que necesita dormir por las noches. Por esa razón, se ve en la necesidad de defender a "su" anémona con. un arrojo sin igual. Hans W. Fricke pudo observar, "en cierta ocasión, cómo un pez clown, de apenas dos centímetros de tamaño, atacaba de manera tan frenética a un Goliat diez veces mayor que él, hasta que éste, asustado por el valor y la decisión de «David», tuvo que emprender la fuga. De ese modo el pequeño pez salvó a «su anémona» de las molestas y peligrosas mutilaciones.
Hay anémonas que reaccionan de una manera peculiar y bastante desagradable cuando no notan la presencia frecuente de sus peces clowns, que éstos le comunican con ligeros roces en sus tentáculos. Como la ausencia de sus pequeños protectores entraña para ellas el peligro de ser atacadas, mutiladas, al ser advertidas, recogen sus cien tentáculos y, durante el día, se refugian en una grieta.
Reciprocamente, el pez clown puede decirle a la anémona: «My home is my castle», aunque, desde luego, más que un castillo su «hogar» se parece al carromato ele una caravana circense. Doquiera que va la anémona, allí la sigue su pececillo. A esta circunstancia se debe una fisura que se produce en la severidad del matrimonio permanente y monógamo de la ·especie, que significa una excepción bastante notable en el reino animal. ·
Condición previa para que una hembra pueda mantener a dos machos, durante el tiempo que dura esa fisura en el matrimonio, es la circunstancia de que las hembras mayores y más fuertes sean las dueñas absolutas de la casa. Cuando una de ellas se enfada, lo que· ocurre con frecuencia, los machos tienen que ponerse cabeza abajo y bambolear el cuerpo con violencia. Con estos gestos de temor y sumisión consigue el macho que la hembra se tranquilice y no lo arroje fuera del terreno de la anémona, es decir, en las fauces de un pez depredador.
En cierta ocasión pudo ser observada una pareja monógama que llevaban juntos cinco años, pero que salían a bronca diaria... Estos cinco años son un espacio de tiempo relativamente corto si se compara con los cien años que vive una anemona.
Cuando de manera casual dos anémonas, con sus respectivas parejas de
peces downs, se aproximan hasta la distancia de un metro y medio, se produce la crisis matrimonial Las hembras de los peces clowns suelen extender su zona de influencia en un radio de· hasta dos metros y medio en torno al centro de la anémona, mientras que los machos, más asustados, apenas si se alejan un metro de su protección.
Este encuentro significa que los territorios soberanos de dos hembras se cruzan e interfieren, pero no los correspondientes a los machos. Naturalmente las hembras se persiguen una a otra, mientras que los machos se quedan tranquilos. De ese modo se produce un extraño caso de poliandria.
Claro está que con ello la «sultana» no busca duplicar su satisfacción sexual. Por razones que todavía no hemos podido descubrir no se aprovechan de esa circunstancia. La señora del pequeño harén sigue aparejándose con su antiguo «esposo» solamente. Además, esta situación no suele durar mucho, pues las anémonas continúan pronto su vagar y vuelven a separarse entre ellas.
Desde un punto de vista biológico esta poliandria no sólo carece de utilidad sino que hasta resulta negativa. Pero las circunstancias que la provocan son inevitables.
La peor parte, desde luego, la lleva el macho cuya hembra ha sido arrojada de su territorio, puesto que ésta raramente vuelve y por lo.general va a parar al estómago de un depredador. ¿Dónde puede encontrar el pobre viudo una nueva dueña y señora que lo domina? Ésta es otra historia verdaderamente sorprendente.
Comienza con la puesta de los huevos de una pareja de peces clowns que vive en cirrunstancias normales. ¿Dónde pueden dejar sus puestas· esos peces que viajan con mayor lentitud que un caracol? ¿En la anémona? Imposible,
pues serían devorados, dado que no están inmunizados contra el veneno de los tentáculos.
Los peces downs tienen que utilizar un nuevo truco. Poco antes de la puesta, el macho mordisquea levemente los tentáculús de la anémona, que muy pronto los esconde. La hembra pone sus huevos bajo el lugar que ocupaba la anémona, en el fondo clel mar,. y los cubre con· arena. Poco después, la anémona vuelve a extender sus tentáculos que forman como una especie de baldaquín bajo el cual los huevos están completamente seguros.
A partir de ese momento el macho se presenta a cortos intervalos, observa la situación, se come los -huevos no fructificados -que distingue por su color más pálido- y en caso de que la anémona se haya desplazado un poco, mueve los 20 000 a 25 000 huevos que forman la puesta, hasta colocarlos de nuevo bajo la protección de ésta. ·
Mientras tanto, la hembra sólo piensa en comer, retuperar fuerzas y prepararse para la próxima puesta, que tendrá lugar veintisiete días después, es decir, todavía dentro de la misma luna. El cuidado de los futuros recién nacidos queda encomendado por completo al padre.
Al cabo de unos nueve días nacen unos veinte mil nuevos animalitos, al comenzar la noche, cuando la mayor parte de los depredadores duermen. Casi de inmediato ascienden a la superficie del mar. Pero muchos de ellos quedan aprisionados en los brazos de la anémona y son devorados por su anterior protectora mientras sus padres duermen en su mismo estómago en el que es digerida una parte de su prole atrapada por la anémona.
Los supervivientes son arrastrados a alguna distancia por las corrientes marinas. Pronto, sin embargo, dejan la superficie del mar, se hunden en las aguas y van a parar a un arrecife coralífero. Miden en esos momentos como unos cinco · milímetros y se ocultan en· las grietas de las rocas y el coral, antes de que salga el sol y, con la luz del día, comience la caza de los peces de presa.
Los pequeños que tienen suerte hallarán en 1as semanas siguientes una
anémona enana. Esas «cabezas ·de serpiente», mucho más pequeñas, de modo sorprendente parecen haber sido creadas por la naturaleza para servir de jardín de infancia a los peces clowns niños. Sólo ellos son aceptados por la pequeña anémona. Si se acerca un pez clown adulto es devorado, pues su "bálsamo protector" no les sirve de nada en absoluto.
Más todavía: cuando uno de esos jóvenes peces clowns vive en una anémona enana varios meses y se hace mayor, la que hasta ese momento fue su protectora se niega a seguir protegiéndolo. Día tras día el pez es «picado» cada vez más por los ortigosos tentáculos de la pequeña anémona y, finalmente, con tanta intensidad que no puede resistirlo más y acaba teniendo que marcharse. De ese modo la anémona enana queda libre de nuevo y a disposición de poder acoger a otros «bebés» de la especie.
Todavía continúa siendo un enigma cómo se produce ese cambio tan importante para la supervivencia del pez clown en las relaciones amistosas entre sus crías y la anémona.
Los jóvenes aaolescentes así expulsados por la pequeña anémona tienen
que apresurarse a buscar refugio y protección en una anémona gigante. Son muchos los que no sobreviven a esa hecatombe. E incluso aquellos que logran descubrir un nuevo asilo deben enfrentarse con un problema urgente: las grandes anémonas están ya ocupadas, casi sin excepción, por otros adultos. Las hembras no toleran cerca de ellas a otro adulto que no sea su cónyuge. A las tres cuartas partes de los jóvenes adultos no les queda otra posibilidad que alterar la realidad y fingir, para hacerse pasar por «hijos» a los ojos de la pareja que ya ocupa la anémona y aceptar su situación como tales . .
Para conseguirlo se valen de un método realmente astuto: lo primero que hacen es conservar su «ropa de niños», que es totalmente distinta al «unifornle» y la máscara de payasos de los adultos, simulan pertenecer a su propia familia y, con ello, calman la enemistad de los viejos.
No obstante, permanece latente cierta agresión contra los "recién llegados" por parte de los viejos habitantes de la anémona. Los jóvenes apaciguan ese resto de agresividad del mismo modo que los machos calman a sus hembras enfadadas: poniéndose cabeza abajo y con movimientos bamboleantes de temor y sumisión. Hans. W. Fricke pudo observar a uno de esos «jóvenes adolescentes» que en un plazo de quince minutos adoptó esa postura no menos de ciento cincuenta veces, en solicitud humilde y respetuosa de que se le permitiera quedarse a vivir, como un súbdito obediente, bajo la protección de la anémona.
Naturalmente, a los adultos que ya llevan tiempo conviviendo con la anémona no les gusta mucho amamantar a una víbora con sus propios pechos. Por esa razón la simple presencia de los adultos retrasa el crecimiento y envejecimiento de los jóvenes. En algunas circunstancias esos jóvenes huéspedes siguen feos y pequeños durante muchos años; es decir, dejan pasar el tiempo sin que cambien su piel por la de ·adultos.
El doctor Robert .NI. Ross ha podido observar en las aguas de las islas del océano Pacífico, sobre todo en Guam, ese proceso de! crecimiento, controlado por la conducta social con todos sus detalles, y ha descubierto con ello una fórmula de supervivencia muy trascendente para el pez clown:· «La longitud total de todos los peces de esta especie que viven en el territorio protegido por una anémona, está en relación con la superficie que será cubierta por la anemona.»
Por ejemplo: si muere uno de los tres «hijos adoptivos», los dos supervivientes pueden crecer un poquito, exactamente cada uno de ellos la mitad del tamaño que tenía el pez fallecido.
Si un día uno de los peces clowns .adultos se muere o es devorado por algún depredador, ese método se aplica en seguida y se cubre así el hueco dejado. El mayor de los «jóvenes adoptados», que no es hijo carnal de la pareja, como ya sabemos·, toma la sucesión y en poco tiempo crece hasta alcanzar el tamaño de un pez adulto y se viste con los· colores y las escamas que caracterizan al adulto de la especie.
¡Un caso de crecimiento corporal determinado y controlado por razones de índole social! Y que al mismo tiempo establece un radical numerus clausus que permite que únicamente se aparejen los candidatos matrimoniales que podrán ser protegidos por las anémonas de mar gigantes.
Algo desagradable y expeditivo para muchos, pero aquellos que logran «aprobar la oposición», los peces clowns que ]ogran establecerse (que son alrededor de unos cuatrocientos mil), a partir de ese momento han logrado su estatuto existencial, pueden considerarse como propietarios de la anémona y vivir en su territorio una existencia de relativa seguridad.