La Guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
6 Aparece el "Conde Rosi"
7 El comité de no intervención
8 Las "sacas"
9 Demasiada fuerza para amar
10 A mi, queridos italianos
11 Empiezan a sospechar de mi
La Guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
6 Aparece el "Conde Rosi" (ni era conde ni se apellidaba Rosi)
Qué noche! Serían las diez aproximadamente cuando llegó un capitán de artillería. Saludó a todos...
Era, por lo visto, políticamente hablando, un pez gordo.
Unos cuantos soldados subieron varias cajas de champany y pasteles...
Al poco rato apareció el "Conde Rossi", seguido de su guardia personal. Me dio la impresión de hallarme ante una partida de asesinos, mandados por un rufián bien uniformado. En efecto no me equivocaba.
Se trataba de un aventurero italiano que Mussolini había nombrado general de camisas negras que respondía por el nombre de "Conte Rossi". Era hombre robusto, fuerte. Me dio la sensación de unos cuarenta años. Quizás menos ...
Todo, en él, era teatral. Con uniforme falangista, impecable, lleno de insignias y, en especial, una calavera con dos huesos cruzados. La misma que usaban los piratas de antaño y que la había hecho extensiva a los que formaban la partida de su guardia personal.
El capitan Homar, que así se llamaba el artillero que había dirigido el arribo de pasteles y bebidas, con ademanes de opereta, se plantó ante el pseudoaristócrata italiano y con voz templada por las circunstancias, exclamó:
Porque vos, mi general, habéis venido a salvar la civilización atacada por el comunismo...
-¡Fusilati, fusilati! -interrumpió el "conde" italiano- fusilati rojos fusilati...
Es un honor para nosotros el que hayáis venido a esta casa - intentó decir el capitán encargado de la radio que se había molestado por habérsele adelantado el otro capitán -así es que tanto vos como el Duce... .
- Nada, nada -interrumpió otra vez el aventurero- ¡fusilati, rojos, ¡fusilati...
Y bebía, bebía...
Aquello termino cantando "Cara al Sol"...
Habían transcurrido apenas dos horas y el defensor de la civilización, tumbado en blanda cama, dormía la mona con dos rameras, una a cada lado...
Fuera de la habitación, enfrente de la puerta, montaba guardia un falangista con fusil calado...
La Guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
7 El comité de no intervención
Por mi pasaban todas o casi todas las noticias. Sabía con el máximo de exactitud todo el desarrollo de la Guerra en los distintos frentes, así como los movimientos de la escuadra italiana, la que con el nombre del Canarias o del Baleares pirateaba por todo el Mediterráneo y apresaba todo lo que podía, valiendose de la complicidad, rayana en la desfachatez,
del llamado "Comité de No Intervención", organismo resultante del miedo al "cólera nazi" que había invadido hasta la médula de los responsables políticos de la bella Albión... Organismo que pudo apoyarse sobre la impotencia de Leon Blum, aquel socialista francés que lloraba ante los requenmientos de Alvarez del Vayo y lloraba porque, aún estando sentado en la silla del Gobierno, no podía llevar la contra a los ingleses.
¡Sí!... Me enteraba de muchas cosas... Sabía que la guerra dependia de intereses ajenos a todos los españoles. España servía de ensayo de armamentos y pruebas de tácticas militares a los imperialistas europeos, en donde Alemania era la que llevaba la voz cantante, puesto que Italia sólo tenía categoría de acompañante. Rusia quería sacar su tajada y la sacó. Vendió a los leales parte de su chatarra y la cobró a precio de oro...
No cabe duda que todos los que estábamos en la Radio sabíamos todo el juego... Yo, por mi parte, estaba seguro que la derecha clerical y ultra capitalista que creía, hasta con la buena fe de alguna parte de la misma, que la Repubhca le arrebataba la hegemonía de clase dominante lo había sacrificado para seguir manteniendo sus privilegios; pero tambien empezaba a darme cuenta de que, sobre esta clase que luchaba para mantener el dominio se alzaba un caudillo, un hombre que, de salir su bando triunfante arrollaría a unos y a otros y, vencedores y vencidos, pasarían a ser sus vasallos...
Quizás éste fuera el motivo que, de una forma inconsciente, impulsara al pueblo español, al pueblo llano, a la lucha contra una futura dictadura. Contra una dictadura que, lo barrería todo. Una dictadura tan personal que acabaria hasta con los más adictos, si estos pudieran suponer un peligro para que, a falta de encontrar un papa que le coronara, fuera exaltado a la dignidad de Salvador de Dios y de Patria...
Un legionario que la Iglesia ha llevado bajo palio y le ha dado, como resultado del acto, los mismos atributos que sólo podían ser concedidos al Santísimo... Durante muchos años la Iglesia española pagará este pecado.
Mi trabajo en la práctica, era "saber"... Traducir signifiados y consignas y esto me llevaba a darme cuenta, perfecta cuenta, de la lucha desigual que se libraba en España; siendo, precisamente, el motivo que me sintiera cada día más al lado de los hombres de la República. Exactamente con aquel pueblo que, aún sabiendo que tenía que perder, luchaba y luchaba...
Yo también purgaba mi pecado, por no haber salido de estampida el día que tuve ocasión de hacerlo, y situarme en mi justo puesto. La defensa de la bandera antifascista.
Pero no fue así y tuve que aguantar muchas noches en mi puesto de escucha, en frente de aquel cuadro lleno de botones, las "filípicas" de Radio Sevilla, en donde el "borrachín" de Queipo de Llano, lanzaba toda clase de epítetos, para pasar después a Radio Club Portugal, en donde se divulgaban todas las "verdades" y las "mentiras", debido a que Oliveira Salazar, el sádico tecnócrata de una particular economía de clase, creador de una policía política de mucha más efectividad que la Gestapo, ayudaba y daba toda clase de facilidades a los sublevados españoles. Este destino mío me había convertido, de hecho, en un "redactor periodístico" y de estar en contacto con "alguien" le hubiera podido pasar información de provecho, aunque no fuera más que para "fastidiar" y entorpecer la marcha de aquellos que se atribuían en exclusiva el derecho de llamarse españoles, puesto que, al fin y a la postre, desde fuera todo ya
estaba decidido .
Probablemente el "paraguas" que paseara Neville Chamerlan, sabía más que todo el pueblo español. ¡Fue uno de los testigos de la venta... !
Y mientras tanto, en esta Mallorca nuestra, y bajo los luceros que poco tiempo antes cantara Dionisia Ridruejo, surgían cada vez con más fuerza las ansias de matar, enfundadas en camisa nueva que "ella" bordara en rojo ayer, convertidas en un sentimiento que invadía todo el sistema físico-psíquico de aquellos individuos que habían creído cumplir una misión social...
Estas ansias, este sentimiento había calado tan hondo, en estos entes, que la intoxicación de sus mentes había llegado a extremos de convertir en verdadero martirio el vivir sin matar. Necesitaban sangre con la misma intensidad que el toxicómano necesita el tóxico. Se habían convertido en habituales del crimen y no podían vivir sin él. El emblema bordado en rojo era todo un símbolo: el yugo para esclavizar y las flechas para matar ...
La Guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
8 Las "sacas"
Salieron del café Alhambra. Sería cerca de medianoche. Querían dirigirse, como de costumbre, bien a Can Mir o al Castillo de Bellver; pero uno de ellos dijo que sería conveniente ir a "visitar" a un "rojo" de los que habían quedado "camuflados" y, como la cuestión era pasar la noche lo más distraída posible, a los demás les pareció bien. Se dirigieron a una de las barriadas de la ciudad...
Dejaron el coche en la calzada y subieron a un primer piso. Llamaron con gran estruendo.
-¿Quién? -preguntó una voz de mujer.
-¡Abran!
-¡Un momento!
-¡Abran o tiramos la puerta abajo!
Una mujer de unos cincuenta años, les franqueó la entrada...
Entraron como perros que olfatean a su presa y se llevaron al marido de aquella mujer que, presa por el pánico, había quedado muda, petrificada...
La hija de aquel matrimonio, corrió escaleras abajo y se agarró a su padre.
Fue separada por uno de ellos, mientras el otro la agarraba por el talle... Entre los dos la metieron en uno de los coches y se largaron...
Allí, cerca de las "Cuatro Campanas", en la carretera del cementerio Municipal de Palma, a la mañana siguiente, un hombre yacía boca arriba, acribillado a balazos...
Unos centímetros a la derecha aparecía, suelto y ensangrentado un órgano genital...
La Guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
9 Demasiada fuerza para amar
En aquella habitación. Una especie de salita en donde la señora Conchi, recibía a sus "clientes" de calidad, se reunían muchas noches, en franca tertulia, varios de los que luchaban por Dios y por la Patria...
Normalmente, Antonio Buades, mientras una de las pupilas, la más escuálida de la señora Conchi (nombre dado a "boleo" por supino desconocimiento del real) le servía el bocadillo que de costumbre le había hecho preparar en el café de abajo, era el que llevaba la voz cantante, entre aquellos cuatro o cinco aprendices de "patriota", rodeado de las pelanduscas, a medio vestir, que componían la plantilla de la "madame" de aquel elegante lupanar, hasta que llegaba un médico que, a falta de saber curar a enfermos, había aprendido a enfermar a sanos, acompañado de aquel ente llamado Emilio Manera Rovira que durante la Republica se las daba de gran demócrata con ribetes de economista socializante que, probablemente al principio por miedo a ser considerado "rojo" o, simplemente, por haberle atacado el virus del tóxico "matarife" que llegó a transportarle en espasmos medulares... Era entonces cuando se armaba la gorda; puesto que los demás también querían intervenir con sus disquisiciones filosóficas sobre el arte de gobernar.
De ahí que se enfrascaran en discusiones que siempre les llevaban al convencimiento de la necesidad de eliminar a todo aquello que tuviera relación, directa o indirecta, con la Democracia; puesto que España necesitaba una mano dura que supiera reconstruir el imperio que los liberales habían tirado por la borda. Había que luchar por el renacimiento patrio y para ello barrer todo lo que se pusiera enfrete.
Él, Emilio Manera, con sólo pensar en las convulsiones de una futura presa, se ponía en trance y, con este éxtasis, apretaba más y más a la furcia rubia y entrada en carnes que había ido a sentarse a su lado...
-Emilio que me haces daño...
Pero él no estaba allí, estaba en otra parte... Pensaba en la carretera del Cementerio, al mismo tiempo que "in mente", estaba en el bosque de Bellver, oyendo los aullidos estertoreos de un agonizante, no por enfermedad, sino por bala Y con remate de cuchillo. Con aquel cuchillo que metido, en funda artísticamente grabada, pendía de su cinto:
Y así transcurrían días y más días y todos aquellos hombres, "aquellos patriotas", unos casados y otros solteros, que
defendían los pnncipios de familia, de patria, de religión, eran todos amigos de la señora Conchi... No podían vivir sin los favores de aquellas furcias. Los necesitaban como el pan. El pan de todos los días.
-Ven guapa... No quedaba más remedio, si te querías salvar de aquel bestia.
Allí, sentada sobre aquella cama, gemía la pobre chica que había sido conducida a la fuerza y encerrada en el lúgubre cuartucho del lupanar de la señora Conchi.
-¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi padre? ¿Qué han hecho
con él? ...
-No te preocupes. Ven... Yo te voy a salvar... Te juro que...
Y la abrazó, pero ella se resistió y luchó con todas sus fuerzas. El en el forcejeo la estrujó de tal forma que ella, al faltarle la respiración, empezó a ceder... El, el defensor de la civilización, loco de frenesí por lo que creía una victoria.
Llegó a la consumación física del acto.
Entre sus manos tenía un cadáver...
Se levantó horrorizado...
Desenfundó el cuchillo que pendía de su cinto y lo clavó con fuerza, una y otra vez, sobre aquel cuerpo inerte, sin vida...
La Guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
10 A mi, queridos italianos
Casi todo el tiempo me lo pasaba en la Radio. Sólo faltaban unas pocas horas para ir a casa, ver a mi padre, bañarme y cambiar de ropa interior ...
No volví al Club de Regatas, ni al Veloz, ni siquiera al vafé Alhambra. Quería ser visto lo menos posible y tanto mis jefes como mis compañeros, interpretaban mi actitud como de sacrificio por la causa. ¡No! Los odiaba a todos, pero me interesaba estar allí. Era el sitio mejor para estar enterado ...
Cuántas y cuántas veces soñé despierto. Cuántas y cuántas veces soñé que colaboraba con los leales y gracias a esta colaboración los fascistas perdían la guerra... ¡Infeliz de mí!
Era un sueño que cada día faltaba menos para terminarse...
Los fascistas tomaban esto y aquello todos los días.
Los leales perdían esto y aquello, también, todos los días.
Y yo soñaba... ¿Qué más podía hacer?...
Soñaba y me evadía, como único recurso, de aquel mundo en que los fascistas italianos, disfrazados de legionarios españoles, dejaban semilla suficiente para hinchar vientres de mujer... vientres que daban cobijo a gérmenes cuyas células activas representaban el embrión de mestizos engendros en donde sólo ellas, posesas de místico frenesí, lo daban todo a mayor gloria de Dios y de la Patria...
Aún recuerdo a un "pelotari" profesional, que fue una de las "vedettes" durante mucho tiempo en nuestro Frontón Balear, que "pegó" un tiro a su amante, mujer casada y de buena familia, porque se las "entendía" con un aviador italiano. ¡Un dios romano que vino a salvar Mallorca!...
Y así, unas "cornupeando" al marido, al amante y otras estrenándose, rindieron honores a los "salvadores" de la Isla. ¡Qué grande era el nuevo Estado!.
Quería dejar de pensar.
Dejar de penar en aquel pobre sordomudo al que habían metido preso en el castillo de Bellver con el único y feo cargo de haber dado "gritos subversivos" y, al mismo tiempo, olvidarme de los paseos dados a amigos y correligionarios como Jaime Bestard, administrador general de Correos y primo hermano de mi madre; así como Jaime Bauzá, vicepresidente de la Diputación Provincial tío de la que años después sería mi esposa, Pedro Grau Dauset, delegado de la Sociedad de Autores y a tantos amigos entrañables como Antonio Coll, Ángel Fernández, Juan Matas Soler, Armando Correa y muchísimos más, de los que ni siquiera, en la mayoría de los casos, nos cabe la satisfacción de saber cúando cómo o dónde fueron enterrados.
Quisiera soñar y dejar de pensar en aquellos fusilamientos "oficiales", en donde caían hombres como el profesor de la Normal José M. Olmos Escobar; el médico y alcalde de Palma Emilio Darder, el socialista Alejandro Jaume y el hacendado Qués... ¿Y para qué más? La lista sería interminable.
Cuando despertaba de mis sueños y me enfrentaba con la realidad creía morir. La verdad es que sentía un peso tan grande que no podía soportarlo. Mi sitio no estaba allí, inmóvil. Mi sitio estaba luchando en una trinchera o en la cárcel pero nunca "camuflado" en el mal llamado sector nacional.
Yo era "rojo"... Era rojo por decreto de Franco.
"Los que no están conmigo están contra mi"... Los sublevados habían aplicado y llevado a la practica todo este espíntu.
Con esta mentalidad se eliminaban a todos aquellos que pudieran sentir las libertades más elementales.
Pasé unas horas en casa. Tristes y angustiosas horas junto a un enfermo . El enfermo era mi padre. Mi padre y mi amigo. El mejor de mis amigos...
Y me quedé sin padre y sin amigo.
No lloré.
El llanto no hubiera expresado ni tan siquiera una ínfiima parte del sentimiento, del cariño, del amor que yo sentia por aquel hombre que, en vida, fue mi padre y mi amigo.
Solo dos palabras llenaban todo el vacío del alma, del cuerpo que se queda sin alma: Mon pare.
La Guerra civil en Mallorca vivida por Josep Pons Bestard
11 Empiezan a sospechar de mi
El vigilante de mi barrio, me informó que una de las noches pasadas, un capitán y dos soldados fueron a mi casa y, al llamar una y otra vez, él acudió y les manifestó que el piso estaba vacío, puesto que el dueño habia fallecido unos dias antes.
Le hicieron unas cuantas preguntas y contestó a casi todas que nada sabía, si bien creía que el hijo del fallecido se encontraba en el ejército pues el día del entierro lo vio vestido de soldado. Añadió con cara muy compungida:
- Venían con bastante mala leche. Hablaron de registrar la casa. En fin, ve con mucho cuidado, pues ya sabes que "estos", a las primeras de cambio, le fusilan a uno.
No me extrañé de que estuviera asustado. Había encontrado a muchos "fiambres" humanos. Las madrugadas para él eran fatales.
Yo le tenía un cierto aprecio, pues siendo yo un niño, él ya era el vigilante del barrio. Era maduro y presumia de haber conocido a Weyler y a Maura, si bien, aun admirandolos, era republicano.
-Gracias, Juan, procuraré cuidarme. No se preocupe -le contesté-, intentando dar un aire de naturalidad que estaba
muy lejos de sentir.
Me di cuenta de que el círculo se empequenec1a. Mi desgracia había sido quedarme en Mallorca, en esta Mallorca que siempre he querido tanto. En esta Mallorca que cobijó a unos para matar y a otros para morir ...
Me había quedado... Todos habían salido para la plaza de
Cort, en donde se organizaba, como era costumbre, "voluntaria y esponyaneamente", la gran manifestación para festejar la caída de Málaga.
El estar de guardia, me libró de tener que ir a cantar una y otra vez, el Cara al Sol de los camisas azules, el Giovenezza de los de la negra vestimenta italiana y, hasta de aquel pasado de moda, cuyas nostálgicas estrofas, invocaban a un Dios, a una España y un rey... A este rey de la boina encarnada, que muchos años atrás, quedara eliminado de la baraja política en uso en todas las mesas que, directa o indirectamente, se producían los envites gubernamentales y que al parecer allí, en Navarra, el General Mola con la ayuda de fascistas italianos habían intentado resucitar...
Quedé solo ante aquello aparatos... No había apenas noticias. Era una de estas tardes tranquilas. De tanta tranquilidad que casi olvidé que estábamos en guerra y, por un momento, volví a soñar.
Volví atrás y me olvidé de la pesadilla que estábamos
viviendo, uno y otro día, bajo este cielo de Mallorca y me sentí otra vez libre ...
Volví a vivir, en el recuerdo, aquellas tardes en que, bordeando la costa, en pequeña embarcación a vela, en la retina humana, parece formar parte de una tenue raya una unión dimanante del beso de los bordes de una copa al revés descansando sobre una gruesa bola...
Con este infinito que no sabe de limitaciones, que representa el más alla del intelecto. Con este infinito que es todo libertad. ¡S1!, todo libertad de hacer y de pensar. Tal y como Dios se lo concedió al hombre.
Volví, por lo tanto, a sentirme libre; si bien, físicamente, tenía miedo... Miedo porque la materia es frágil, pero el intelecto puede ser fuerte, porque es sutil y puede volar. No hay barrotes ni cárceles que le contengan, porque es todo espiritu, espintu en el infinito...
Y así, rememorando aquellos días, en que un puñado de estudiantes alentados por Sbert, el mallorquín que se enfrento con Pnmo de Rivera, fundábamos la F.U.E. en Mallorca, a pesar de lo cavernícola de la mayoría del profesorado local, volvía a vivir las jornadas en las que, a fuerza de trabajo, sacabamos los primeros números de Ciudadanía.
Y, dicho sea de paso, ninguno, de los que confeccionábamos el semanario podía ser director, por falta de edad, lo que hizo que tuvieramos uno de "prestado", y esto nos ocasionara algún que otro disgusto, pues siempre teníamos uno u otro "lío" con la Dictadura.
Recuerdo que nos reuníamos en aquel viejo caserón de la calle de Sans, sede de los republicanos mallorquines, hogar de unos hombres todo ideal... Hombres que, aún siendo grandes luchadores, eran incapaces de tomar represalias de mnguna clase. Su revolución era la revolución del derecho, la búsqueda de lo ético, de lo justo. Creían en la igualdad ante la ley, como consecuencia, en lo que hoy se ha venido en llamar "igualdad de oportunidades" y sabían que no entra ni cabe en tal precepto que mortal alguno, por el mero hecho de ampararse bajo la mágica frase de "por la gracia de Dios", tenga derecho a ocupar la máxima magisltratura del Estado, a titulo perpetuo y con el derecho a legarla en herencia y sin pagos de impuestos, ni uso de
transferencia, por los siglos de los siglos...
Iba recordando nombres y situaciones...
Me caían las lágrimas de emoción al recordar aquel día en que había asistido al primer mitin en que, en el Teatro Balear, hablaron los principales líderes de la conjuncion republicano-socialista...
Y así fui repasando todos aquellos años de progreso intelectual , de eliminación de caciquismos y de servidumbres sociales...
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