Psicologia 06: Necesidades, instintos e impulsos
Bases neurofisiológicas de las necesidades
Aunque es clásico considerar las necesidades como base fisiológica de conductas motivadas, cabe señalar que para muchos impulsos no hay ningún déficit biológico demostrable.
Por tanto, estudiaremos aquí, de forma más amplia, las condiciones psicofisiológicas de las conductas motivadas.
El concepto de homeostasis
Ya en 1856, Claude Bernard había subrayado que todas las manifestaciones vitales tenian por objeto mantener la constancia del medio interno. El término homeostasis fue introducido por W. B. Cannon para designar esta tendencia general a restablecer el equilibrio siempre que éste se destruye: “El ser vivo es un organismo hecho de tal manera que cada influencia dañina se pide a sí mismo una actividad compensatoria para neutralizar o reparar el daño". La fisiología estudia muchos fenómenos de homeostasis (por ejemplo, mantener la temperatura central a un nivel constante). Richter amplió esta concepción puramente fisiológica al dominio psicológico, considerando la conducta diligente hacia un objetivo común que tiene una función autorreguladora, tendiendo a corregir desviaciones del entorno interno en colaboración con mecanismos fisiológicos.
Así, el animal podrá luchar contra la bajada de temperatura del cuerpo tanto por la construcción de un nido como por la modificación de su metabolismo. Richter, junto con otros autores pudieron demostrar que el organismo es sensible a muy numerosas desviaciones biológicas del entorno interno (necesidades en sentido amplio). Si esta concepción ofrece una explicación en muchos casos satisfactoria, no deja de ser insuficiente.
Ciertas necesidades no dan lugar a conductas compensatorias (La ausencia de oxígeno en el aire respirado no se siente como una necesidad. El cuerpo sólo es sensible a un aumento de los niveles de dióxido de carbono en sangre, por lo que los aviadores a gran altura no sienten ninguna “necesita aire” y deben determinar cuándo usar la mascarilla de oxígeno consultando su altímetro. De manera similar, las ratas no sienten la necesidad de vitamina A, aunque son sensibles a la privación de vitamina B1 que desencadena la necesidad de ingerir alimentos que lo contengan).
Por otro lado, existen conductas motivadas que no se corresponden con ninguna necesidad, sino sólo con una modificación no deficitaria del medio ambiente interior (en el impulso sexual por ejemplo). Finalmente, para ciertos comportamientos motivados, ni siquiera hay una modificación demostrable del entorno interior (el impulso de explorar o la tendencia a ingerir sacarina, observada en animales). Por lo tanto podemos concluir que si la homeostasis juega un papel importante en el determinismo de las pulsiones no puede considerarse como una explicación suficiente.
El concepto nervioso central multifactorial:
La concepción moderna de las bases neurofisiológicas de las pulsiones primarias data de las obras de Lashley y Beach, y de aquellas, en otro
dominio, de Lorenz y Tinbergen. Lashley demostró que la motivación era el resultado del efecto combinado de numerosas influencias nerviosas y humorales sobre ciertos mecanismos nerviosos centrales, de ahí el nombre de concepto de sistema nervioso central multifactorial. Beach confirmó las conclusiones de Lashley a través del estudio del impulso sexual, y Lorenz y Tinberglm, en sus estudios etológicos en animales demostraron que el comportamiento instintivo depende de modificaciones internas y simultáneamente de estímulos externos, que desencadenan el comportamiento al liberar el mecanismo nervioso central.
El diagrama nervioso central multifactorial se puede diseñar a partir de la siguiente manera:
a) “El foco principal del sistema nervioso central, el mecanismo integrador responsable de la activación, ejecución y cumplimiento del comportamiento motivado, se encuentra en el diencéfalo, probablemente en el hipotálamo” (Stellar). Parece que por cada impulso hay dos centros, uno facilitador, otro inhibidor, uno responsable de conducta desencadenante, el otro de satisfacción. Es este mecanismo central que, a su vez, está controlada por las influencias siguientes.
b) Influencias sensoriales. - Pueden ser específicos (por ejemplo, la percepción de la mujer puede estimular el centro responsable de impulsos sexuales en los hombres) o inespecíficos. Estas estimulaciones específicas, a través de la sustancia reticulada, son, sabemos como veremos, particularmente importantes en el caso del sueño. Las influencias sensoriales son aditivas (Beach lo demostró en el caso de la pulsión sexual en animales por información auditiva, visual y olfativa), si bien es la suma de entradas sensoriales lo que se ha activado. Por otro lado, las influencias sensoriales pueden desaprenderse o aprenderse (Un estímulo sensorial ineficaz puede convertirse, mediante el aprendizaje, en estimulante o inhibidor).
c) Influencias humorales, metabólicas y endocrinas, transmitidas a través del sistema sanguíneo o del líquido cefalorraquídeo, también tienen una influencia que puede ser muy específica, lo que lleva a la hipótesis de receptores especializados en centros diencefálicos (sensibles por ejemplo a cambios en la presión osmótica del tejido en el caso de sed).
d) Las demás partes del sistema nervioso central, más especialmente la corteza cerebral y el rinencéfalo, conectados al hipotálamo, desempeñan un papel no sólo en el desencadenamiento del impulso y en la satisfacción, sinó también en la organización de la conducta desencadenada.
El conjunto produce un mecanismo complejo, especialmente porque el comportamiento mismo desencadenado por la pulsión reacciona sobre los centros diencefálicos, ya sea a través de vías sensoriales o a través de cambios en el medio ambiente interior que provoca este comportamiento (cuando comemos, la ingestión de productos alimenticios tiende a excitar el centro inhibidor de la saciedad al producir modificaciones químicas del ambiente interno).
Este esquema general permite abarcar ciertas concepciones parciales que habían sido propuestas anteriormente, y que resultó ser demasiado fragmentario: a) La teoría periférica de Cannon que admitía que el desencadenamiento del comportamiento y la necesidad sentida se debían a un estado particular de los órganos periféricos (contracciones gástricas por hambre, sequedad de la boca por sed). Estos factores juegan un papel parcial en la marco de las influencias sensoriales, pero están lejos de ocupar el lugar esencial que Cannon les atribuyó. b) La teoría homeostática de Richter, de la cual hemos indicado los límites, y que esencialmente tiene en cuenta el papel de las influencias humorales.
Necesidades primarias.
Entre las necesidades primarias solemos clasificar los fenómenos siguientes:
a) Hambre. - Hemos demostrado la existencia en el hipotálamo de un centro facilitador (núcleos laterales) y un centro inhibidor (núcleos ventromediales). Su excitación provoca hambre y saciedad respectivamente, su destrucción anorexia y bulimia. Estos centros son estimulados por impulsos sensoriales (visuales, olfativos, gustativos), factores humorales complejos (el papel del contenido de glucosa en sangre, que a menudo se invoca, es débil, y se desconoce en gran medida la naturaleza de las modificaciones humorales implicadas).
En cualquier caso, las secreciones endocrinas contribuyen a modificar el umbral de excitabilidad de los centros. Ciertas regiones del rinencéfalo (primer y segundo sistema de Pribram y Kruger) y la corteza cerebral, estrechamente vinculados a los centros diencefálicos, participan en el desencadenamiento de la pulsión y de la actividad alimentaria. El papel de la corteza es ciertamente fundamental en aprender el ritmo temporal del hambre: tenemos hambre en momentos en los que normalmente salimos, aunque esto rara vez corresponde a los ritmos fisiológicos. Cabe señalar que el papel de las contracciones gástricas, afirma Cannon, es probablemente muy incidental a la estimulación de los centros, y que por otra parte se ha demostrado que existe hambre específica de ciertos alimentos; la rata y el niño pequeño, puestos en presencia de una variada selección de alimentos (comida “a la carta”), ingieren lo que corresponde a una dieta adecuadamente equilibrada.
b) La Sed. - Se ha demostrado la existencia de un centro facilitador (casi del núcleo paraventricular). Se postula la de un centro inhibidor, pero este centro no ha sido descubierto. La teoría periférica de Cannon que hace jugar el papel principal en la estimulación del centro para el secado de las mucosas está actualmente abandonado. Entre los factores humorales, el papel de los cambios en la presión osmótica del tejido sería fundamental.
(Se cree que el centro diencefálico contiene receptores especializados). Por otro lado, el aporte de las secreciones endocrinas, particularmente de la hipófisis posterior, es importante para la regulación del centro (1).
c) El Sueño. - Existe una “necesidad” primaria de dormir, es decir, un animal privado de sueño durante un determinado periodo de tiempo muere. Se conocen centros hipotalámicos reguladores: hay un centro.
inhibidor de la excitación en la región preóptica anterior (su destrucción causa insomnio persistente) y un centro estimulante en la región posterior (cerca de los tubérculos mamilares), cuya destrucción provoca modorra. El papel de los factores humorales es cierto (la inyección de suero de un perro privado de sueño a un perro normal provoca que se quede dormido este último). Las influencias sensoriales también juegan un papel predominante, influencias particularmente no específicas, provenientes de la Sustancia reticular, cuyo polo anterior está formado por el hipotálamo. posterior, y cuya estimulación produce el despertar. La corteza cerebral también està involucrada en este mecanismo debido a sus conexiones recíprocas con la Sustancia reticular. Al igual que con el hambre, el papel de la corteza se manifiesta en el hecho de que se adquiere el ritmo del sueño en los adultos, el animal descorticado presenta un ritmo idéntico al del niño pequeño (cinco períodos de sueño cada 24 horas).
d) La necesidad de oxígeno no se siente. Está garantizada por una actividad refleja, la respiración, siendo el centro respiratorio excitado por la elevación de concentración de dióxido de carbono en sangre.
Las necesidades primarias que revisaremos ahora difieren de las precedentes en el sentido de que su satisfacción no es esencial para la
supervivencia del individuo. Se manifiestan como un impulso de hacer ejercicio, actividad, cuando la función fisiológica correspondiente ha alcanzado su etapa de madurez (K. Bühler).
e) Actividad sexual. - Es sobre esta actividad que Beach pudo demostrar el valor del sistema nervioso central multifactorial. Hay un centro facilitador en la parte ventral del hipotálamo anterior, entre el quiasma óptico y el tallo pituitario. La excitación de este centro depende de: a) factores sensoriales específicos; b) factores humorales, representados principalmente por las hormonas sexuales; c) factores nerviosos centrales corticales (las lesiones corticales en animales reducen el impulso sexual en proporción a la extensión de la lesión) y rinencefálico); d) del aprendizaje, siendo el impulso más fuerte en el animal que ha tenido conductas sexuales previas. La interacción entre estos factores es muy compleja. La castración antes de la pubertad suprime el impulso sexual, por lo que luego tiene un efecto mucho más débil. Beach, por otra parte, demostró que el papel respectivo de los diferentes factores variaba dependiendo de la especie animal, desde las ratas hasta los humanos, en el sentido de una influencia cada vez menor de los factores humorales y una cada vez mayor de las aportaciones de la corteza y del aprendizaje.
g) La actividad exploratoria está vinculada a un propulsor autónomo que ha sido estudiado bajo varios nombres (impulso manipulador, curiosidad). También depende de los centros hipotalámicos.
Hay una serie de otros impulsos primarios cuyas bases neurofisiológicas son menos conocidas. El impulso a evitar el dolor, por ejemplo, no parece corresponder a ninguna modificación humoral.
El instinto
La psicología clásica opuso sistemáticamente instinto e inteligencia, siendo esta última específica del hombre. El instinto es entonces un conjunto complejo de reacciones externas, determinadas, hereditarias, comunes a todos los individuos de la misma especie, y adaptados a una meta que el ser del que se trata generalmente no tiene conciencia. Los estudios entomológicos de Fabre marcan el apogeo de esta concepción.
Como hemos dicho, la reintroducción del instinto en la psicología humana se lo debemos a McDougall y Freud. Para este último, el instinto es “una fuerza cuya existencia suponemos existe detrás de las tensiones inherentes a las necesidades del organismo, es decir, a los impulsos. La teoría psicoanalítica opone la pulsión, que es concreta, a instinto que es teórico" (Lagache). En la actualidad, muchos autores con tendencia psicoanalítica siguen utilizando la palabra instinto con este significado, aunque parece preferible, en el caso del hombre limitarse al uso del término pulsión o impulso (hablamos deimpulso sexual y no de instinto sexual).
La psicología animal moderna define el instinto como “un mecanismo nervioso organizado jerárquicamente, sensible a ciertos impulsos que lo despiertan, lo activan y lo dirigen y a los cuales responde mediante movimientos bien coordinados que tienen por objetivo la preservación del individuo o de la especie". (Tinbergen). El instinto corresponde por tanto al todoc onstituido por impulsos primarios y las conductas que se relacionan con ellos directamente asociado, en la medida en que estos comportamientos se realicen en la estructura nerviosa. El instinto se distingue del reflejo por su complejidad. En determinados casos, el límite puede resultar difícil de apreciar.
A diferencia de las concepciones clásicas que admitían que las conductas dirigidos hacia un fin siempre fueron instintivas en el animal, nosotros hoy sabemos que hay una modificación progresiva a medida que avanzamos en la escala de los seres vivos. Los comportamientos son atribuidos cada vez menos a conocimientos preformados i cada vez más vinculados al aprendizaje. Entonces una rata adulta macho, aislada desde su nacimiento, tendrá, puesta en presencia de una rata hembra, un comportamiento estereotipado, análogo al de otras ratas macho experimentadas o no Por contra, en el chimpancé, el apareamiento sigue una fase de exploración del cuerpo de la hembra, y se realiza por ensayo y error, la posición de apareamiento varía significativamente de un animal a otro, y en el mismo animal, de una vez a otra. Podemos decir, por tanto, que existe en la rata macho un instito de apareamiento, mientras que en el chimpancé un impulso sexual cuyo objetivo es el acoplamiento. La existencia de instintos así definidos es en el hombre tema de discusión. Generalmente sólo se admite su existencia en los dominios posturales, motores (caminar), prensivos y vocales. En general, las conductas dirigidas a un fin son, en los seres humanos, aprendidos.
Las Pulsiones (impulsos) en el hombre
Es relativamente fácil, en los animales, relacionar conductas dirigidas a un fin con el impulso primario correspondiente, tanto si el comportamiento es instintivo com si no (así el apareamiento se vincula fácilmente con el impulso sexual, tanto en chimpancés como en ratas macho). Pero incluso en el animal pueden aparecer comportamientos motivados, derivados de impulsos primarios, en los que la naturaleza, es, a primera vista, no evidente. Cuando quitamos de un animal el objeto de la pulsión, éste puede desencadenar comportamientos muy diferentes. Así, si durante una pelea de gallos aleja a uno de los dos oponentes, el segundo comenzará a picotear el suelo como si tuviera hambre (Movimiento). Si un chimpancé está entrenado a tomar fichas en una caja para conseguir comida, seguirá
acumulando fichas mucho después de que hayamos comenzado a darle comida sin la compensación de fichas.
En el hombre, el problema es mucho más complejo. Comportamientos instintivos preformados desencadenados por los impulsos, pueden convertirse en excepcionales o incluso ausentes. El impulso logra su objetivo por comportamientos muy diferentes según los subjetos
Los medios utilizados para obtener una meta pueden convertirse en metas en sí mismos. Un medio como el dinero, que inicialmente se utiliza para satisfacer impulsos primarios (compra de alimentos, etc.), es un ejemplo sencillo (vimos que el mismo fenómeno se observó en los chimpancés, pero en humanos no tiene el mismo carácter transitorio). -Muchas veces es muy difícil saber si un comportamiento objetivo dirigido hacia un fin está directamente relacionado con una necesidad primaria o si se adquiere mediante aprendizaje. Así, en la actualidad, se discute mucho sobre si existe un impulso primaria para el contacto social, o si se trata de una motivación secundaria (la primera relación social del recién nacido con la madre, puede considerarse como un medio para obtener alimento) Hay que añadir que las actividades voluntarias, cuando no pueden lograr su objetivo, posiblemente estén en el origen de impulsos (cuasi-necesidades de Lewin). En general, en los seres humanos, las motivaciones secundarias son, con diferencia, los más numerosos y enmascaran los impulsos primarios que están en su base.
Es por ello que existen numerosos intentos de clasificación, a veces contradictorios. Se pueden ver desde dos ángulos diferentes.
Ciertas clasificaciones buscan reducir las motivaciones a un número reducido (uno o dos) de impulsos fisiológicos de los que se derivaron, otras, al contrario, aceptan la existencia de un elevado número de impulsos. Entre los primeros, debemos citar la doctrina clásica del instinto de conservación, las dos doctrinas psicoanalíticas de Freud (la primera que admite un impulso, correspondiente a la “Libido”, la segunda que admite dos: el instinto de vida y el instinto de muerte); la psicología de Adler (con el instinto de poder).
Entre las segundas, el sistema propulsional de Szondi (que comprende 8 “necesidades impulsivas”), y el sistema de Murray (que admite 20 motivaciones).
Pero los autores de las diferentes clasificaciones pueden situarse en dos planos: o buscan reducir el comportamiento motivado a impulsos fisiológicos, este es el caso de casi todas las clasificacione que admiten un pequeño número de pulsiones (en particular el psicoanálisis) y el sistema Szondi; o se fijaron una meta menos ambiciosa y no se limitan al comportamiento social tal como podemos observarlo. En estas condiciones, categorizan los motivos, es decir las metas observadas, sini ntentar volver al nivel de los impulsos. Este es el caso del sistema de Murray.
Los dos métodos, situados en niveles diferentes, no son irreconciliables, aunque muchos psicólogos creen que actualmente es prematuro querer establecer una correspondencia entre clases de motivos correspondientes a valores sociales e impulsos biológicos.
Teorias psicoanalíticas de los impulsos
La primera doctrina psicoanalítica de los impulsos ha sido puesta por Freud en el centro de toda su teoría. Freud admite que los impulsos representan descargas de energás biológicas. Toda estimulación produce un aporte de energía que provoca un desplacer (Unlust) rompiendo el equilibrio del organismo.
Éste busca evitar esta tensión (Principio del placer, que Freud llama inicialmente Principio del displacer). Lo logra encontrando en el medio el objeto que permite detener la estimulación (comida por ejemplo en el hambre) y al mismo tiempo descargar la energía acumulada (por el comportamiento alimenticio en este ejemplo). Para Freud las excitaciones que provocan las más fuertes acumulaciones de energía son de origen interno, son las que corresponden a los impulsos fisiológicos (hambre, sed, impulso sexual). Existen estrechas relaciones entre este concepto y el modelo “psicolidráulico” de Lorenz (1937) y los etólogos que utilizan, en el animal, para los impulsos una serie de “reservorios” donde se acumula una energía específica, estando regulada la apertura por "patrones desencadenantes innatos", la respuesta que termina cuando la energía ha “fluido” a través de comportamientos preformados. Este teoría, actualmente, es criticada.
La falta de la estimulación que es su elemento central es difícilmente conciliable con la existencia bien establecida de los impulsos a la exploración, donde precisamente existe una “necesidad de estimulación”. Así nos vimos obligados a oponernos a la impulsos homeostáticos, que terminan en acciones que tienen una repercusión
biológica sobre el organismo del sujeto o de su descendencia, impulsos cognitivos que parecen encontrar su término en el objeto mismo. De hecho, si actualmente se acuerda que el objetivo de todo impulso es una reducción de la tensión, vemos en este el resultado de de un desequilibrio que puede provenir tanto de un exceso como de una insuficiencia de estimulación. La segunda objeción hecha a la hipótesis psicoanalítica se relaciona con la nota de acumulación de energía. Si se introduce directamente en el estómago de las ratas con hambre una solución nutritiva, eliminamos toda conducta alimentaria.
Sin embargo, según la teoría de la acumulación de energía, la conducta alimentaria no debería cesar cuando la energía acumulada por la excitación que constituye el hambre habría pasado. Los hechos demuestran que la recuperación del equilibrio homeostático, sin descarga del impulso, es suficiente para eliminar este último.
El aspecto más importante de esta teoría psicoanalítica se refiere a la dinámica de la descarga de impulsos. Aunque reconoce la existencia de los diferentes impulsos primarios (hambre, sed, etc.), Freud cree que en hombre, casi siempre se puede, sin particular dificultad, encontrar su satisfacción directa, con excepción del impulso sexual. Ésta, en el transcurso del crecimiento, tiene una evolución compleja y su satisfaccion directa a menudo se ve obstaculizada por la vida social, es "el punto débil de la organización mental", (Lagache). La energía correspondiente al impulso sexual, llamada Libido, ocupa por tanto un lugar central en el determinismo del comportamiento humano. Freud llegó a esta conclusión por el estudio de los trastornos mentales, en los que sintió reconocer los efectos de desviaciones de la expresión directa del impulso sexual, pero extendió sus conclusiones a muchas áreas de la psicología normal.
La insistencia con la que Freud afirmaba que la naturaleza sexual de la Libido era fuente de muchas controversias. Los psicoanalistas subrayan muchas veces que el término sexual no debe entenderse como genital. El impulso hacia el comportamiento genital (comportamiento sexual en el sentido habitual) no sería más que un aspecto particular, específico de los adultos, de una vida mucho más
general que para obtener una reducción de tensión por el contacto de varias zonas de la superficie corporal, llamadas zonas erógenas. El individuo pasa por una serie de etapas instintivas, correspondientes a la modificación de la zona erógena dominante (etapas pulsionales), y correlativamente de relaciones del sujeto consigo mismo y con quienes lo rodean (estadios objetales).
Hay cinco etapas o estadios fundamentales:
1º Estadio oral (primer año de vida). - La boca es el área erógena esencial, accesoriamente, toda la superficie de la piel. La descarga de la libido se obtiene por succión, incidentalmente por contacto del cuerpo materno. La satisfacción de amamantar el pecho materno puede ser reemplazada por la satisfacción de chuparse el dedo, se dice que la etapa es autoerótica. A veces distinguimos una etapa oral tardía (de seis meses a 1 año), donde la aparición de los dientes significa que la mordida se suma a la succión, este periodo está en el origen de la agresión.
2º Estadio sádico anal (segundo y tercer año). - La zona erógena principal es la mucosa anal, y la satisfacción del impulso libidinal está relacionada con la defecación. La satisfacción puede aumentarse mediante retención. La materia fecal que puede ser retenida o rechazada son objetos ambivalentes. La satisfacción del impulso obtenida por destrucción (expulsión de materiales), y por otro lado el control de los esfínteres (o su rechazo) siendo utilizado por el niño para oponerse al adulto, la etapa se le denomina sádica.
3º Estadio fálico (cuarto y quinto año). - Los órganos genitales (pene y clítoris) se convierten en la zona erógena. La satisfacción libidinal se obtiene. a través de la masturbación. Es en esta etapa cuando las relaciones con los padres adoptan la estructura descrita por Freud con el nombre de complejo de Edipo. En el niño hay un deseo de poseer la
madre, y correlativamente un odio hacia el padre, que también va acompañado de una tendencia opuesta a identificarse con él. El miedo a ser castigado por este deseo con la pérdida del pene (angustia de castración) prepara la evolución y liquidación del complejo de Edipo. Se desarrolla una situación simétrica en la niña, pero más complejo donde el deseo por el pene es reemplazado por el deseo de tener un hijo del padre.
5º El etadio genital aparece en la pubertad y caracteriza la sexualidad adulta. Las relaciones sexuales normales entonces aportan satisfacción a los impulsos libidinales.
Toda esta evolución no debe considerarse como una serie de sustituciones, sinó como una sucesión de integraciones sucesivas, en que incorporan los impulsos anteriores en una nueva estructura de nivel superior.
Las dificultades para la satisfacción directa de los impulsos estan en el origen por mecanismos que estudiaremos más adelante, de numerosos aspectos de comportamiento normal y patológico.
Posteriormente, Freud modificó esta concepción y presentó una teoría
dualista. A la Libido, cuyo papel amplió atribuyéndole la conservación
del individuo y de la especie' (Instintos de vida o Eros), el opone un sistema pulsional diferente, los instintos de muerte o Thanatos, que apuntan a la disolución y se expresan en los comportamientos de destrucción.
La hipótesis de un impulso de muerte, que parece ser una concepción
metafísica desprovista de cualquier soporte objetivo, encontró numerosas críticas incluso en los círculos psicoanalíticos, y generalmente no es aceptada.
La teoría psicoanalítica de los impulsos ha sido modificada por colaboradores de Freud que adoptó posiciones similares en principio, pero divergente en la interpretación. Aquí es preciso citar a Jung que ha conservado el término líbido, pero ha rechazado dar a esta energía una naturaleza especialmente sexual, y Adler, quien ha interpretado el impulso fundamental como correspondiente a la voluntad de poder (Machtstreben). A él le ha sido posible explicar el complejo de Edipo desde una óptica muy diferente. Citemos simplemente el sistema pulsional de Szondi que, a diferencia de los anteriores, llama a un número significativo de impulsos independientes, y de los cuales el carácter altamente conjetural ha sido objeto de numerosas críticas.
B La teoría personológica de las necesidades
En el cuadro de su teoría personológica de la personalidad, el psicólogo Henry H. Murray ha propuesto una clasificación de lo que el llama "necesidades", que son conceptos hipotéticos que representan fuerzas... que producen en el organimo una actividad y que mantienen esta ctividad hasta que la situación organismo-ambiente haya sido modificada de manera de reducir la necesidad. Algunas necesidades van acompañadas de emociones o sentimientos especiales, y son frecuentemente asociadas con acciones instrumentales particulares cuyo efecto es producir el efecto final deseado. Aunque Murray admite que estas "necesidades" corresponden a procesos fisiológicas subyacentes, su objetivo no es especificar su filiación a un pequeño número de “necesidades primarias” como el psicoanálisis. Él cree que no podemos entender las motivaciones del comportamiento humano más que al utilizar un número suficientemente grande de variables, cuidadosamente definidos empíricamente, cerrando así la brecha entre descripción clínica e investigación empírica. Murray sobre la base del análisis del comportamiento de un número limitado de sujetos estudiados de manera en profundidad, estableció una lista que incluye 20 necesidades fundamentales como la necesidad de agradar y ganarse el cariño de los demás, la agresión, la independencia, donación, exhibición, etc. Para cada una de estas necesidades, Murray dio una definición precisa, ilustraciones y especificó el tipo de emociones que las acompañan. Las necesidades se dividen en viscerogénicas (correspondientes a impulsos fisiológicos primarios) como necesidades
dietética, sexual; etc., y psicógena probablemente derivadas del anterior, pero sin conexión inmediata con las satisfacciones físicas, como la independencia, dominación o exhibición. El contrapone también las necesidades manifiestas (overt) que pueden expresarse libremente, con las necesidades ocultas (covert) cuya manifestación en el comportamiento es generalmente impedido por las convenciones sociales, y que encuentran su expresión en juego o fantasías. Dependiendo de los objetos de necesidad sean precisas o confusas, Murray distingue entre necesidades focales o difusas, según que encuentren su causa de activación especialmente dentro del individuo
o en el mundo exterior, contrapone las necesidades “proactivas” y “reactivos”,
El sistema de necesidades de Murray tiene una gran utilidad descriptiva, especialmente que existen métodos psicológicos que permiten determinar en un individuo específico las necesidades más activas (prueba de Murray o T.A.T., por ejemplo).
BIBLIOGRAFÍA
Obras generales:
ANCONA (L.), etc. : Motivación. Simposio de la Asociación Psicológica
Científico francófono. Presses Universitaires de France, París, 1959.
Sobre el instinto:
VIAUD (G.): Instintos. Presses Universitaires de France, París, 1959.
Sobre la teoría psicoanalítica de los impulsos:
LAGACHE (D.): Psicoanálisis. Presses Universitaires de France, Que Sais-je?
París. Libro de orientación que proporciona una bibliografía resumida. por un
presentación más completa, podemos consultar:
BLUM (G. S.): Teorías psicoanalíticas de la personalidad. Prensas universitarias
de Francia, París, 1955.
FENICHEL (0.): La teoría psicoanalítica de las neurosis. Prensas universitarias
Francia, París, 1953.
Sobre la teoría personológica de las necesidades:
MURRAY (H. A.): Exploración de la personalidad. Prensas Universitarias de Francia,
París, 1953.
La totalidad de este tema se ha sacado de:
J. Delay, P. Pichot: "Abrégé de Psychologie". Ed. Masson. París, 1971