29 septiembre 2010

Dia 29 de septiembre de 2010: Huelga General en España


Dia 29 de septiembre de 2010: Huelga General en España

Que la crisis económica de la primera década del nuevo milenio (2007- ) afecta, de forma muy desproporcionada, a la clase trabajadora no lo duda nadie en su sano juicio. En España millones de trabajadores tienen un sueldo inferior a 1000 euros mensuales, mientras los alquileres medios de viviendas superan los 700 euros mensuales (¿se puede vivir con 300 euros al mes?), millones de trabajadores (cinco millones) están sin trabajo (una de cada 10 familias tiene a la totalidad de sus miembros en edad laboral sin trabajo). Mientras esta crisis económica no ha afectado en lo más mínimo a banqueros (Emilio Botín, cuyo banco, Banco de Santander, cerró el año 2009 con miles de millones de superávit, con santa desfachatez, ha amenazado con que si se impone un impuesto financiero a los bancos, éste será repercutido a los pequeños impositores con lo que se incrementará la crisis económica), grandes empresas o políticos.
Que el justo equilibrio en la participación de la riqueza creada por la producción, entre el capital y el trabajo se ha desequilibrado absolutamente y de forma atroz en beneficio del capital y perjuicio del trabajador resulta evidente y sangrante.
Por ello no sólo la huelga general es justa, sino que incluso es necesaria una revolución económico-social, a ser posible, por ideas y de aplicación práctica solidaria e incruenta, por la que se reestablezca el equilibrio entre trabajo y capital: curiosamente, actualmente, el factor que más contribuye a la creación de riqueza, el trabajo, es el menos repercutido por la misma. Es absolutamente necesario cambiar el sistema económico. De un sistema capitalista (el capital capitaliza los beneficios) debemos pasar a un sistema proporcional (los beneficios deben repercutir de forma proporcional tanto al trabajo como al capital) en que todos los que quieran (y no sólo los que puedan) trabajen y si, para ello, es necesario que todos los que trabajen lo hagan menos tiempo reducir los tiempos de trabajo (jornadas de menos horas, menos días a la semana y menos meses al año), completando los tiempos restantes mediante una organización de actividades culturales, recreativas, deportivas, sociales,... suficientemente atractivas. Es absolutamente necesario. Es absolutamente de justicia. Y es absolutamente cavernario e injusto que sigan, hoy en día, existiendo partidos políticos y personas particulares que sigan defendiendo lo contrario: Que el capital pueda ejercer el liberalismo ultra, mientras que el trabajador deba someterse al capricho del capitalista. Tampoco pediría que el trabajo pudiera ejercer el liberalismo ultra y que los empresarios, políticos y banqueros deban someterse al dictado de este liberalismo laboral. Ya he dicho antes: un equilibrio y solidaridad entre factores de producción y entre personas.
Por otra parte, si el sistema económico-político-social necesita un cambio radical, también lo necesita el sistema sindical: Los sindicatos siguen anclados en el trabajo y trabajador industrial y acciones sociales solidarias, pero no entienden, ni comprenden a los nuevos trabajadores, las nuevas actividades, las nuevas tecnologías. Los sindicalistas deben estar arraigados en todos los tejidos laborales, deben estar liberados a tiempos parciales y no totales y para un número máximo determinado de años (actualmente, muchos de ellos representan a trabajadores cuya función hace siglos que no desempeñan si es que lo han hecho en algún momento y cuyo ámbito de trabajo les es totalmente ajeno).
Considero que la huelga, además de legal, es justa, e incluso insuficiente, no obstante, como humanista, no puedo aceptar ninguna imposición violenta o amenazante (que recuerda cualquiera de las dos represiones franquista y antifranquista): Es totalmente inaceptable el empresario que amenaza con despidos o con hacer perder la condición de fijo-discontinuo por falta de un día de trabajo, el de la huelga. Pero también es intolerable la actitud de muchos piquetes coercitivos, con amenazas físicas incluidas, para obligar a la huelga a quienes quieren trabajar o deben cumplir los servicios mínimos (pactados incluso por los propios sindicatos): Esta mañana, en el aeropuerto de Palma, los miembros de un piquete, después de forzar a un grupo de trabajadores de equipajes a parar les gritaban, con toda desfachatez: “¡Bravo, compañero, solidaridad!” (cuando la realidad era: “Trabajador que quieres trabajar, tú no trabajas porque nosotros te obligamos a no hacerlo”). Así, desde luego, no vamos a ninguna parte, y por supuesto no a esta sociedad más justa que pedía y preconizaba más arriba.
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Antoni Ramis Caldentey
Psicòleg humanista social
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