Una vez terminada la segunda guerra mundial, agosto de 1945, y como consecuencia de los sufrimientos sufridos en la misma y antes por las actitudes igualmente agresivas y violentas del nazismo-fascismo, Europa y todo el mundo occidental procuró un tiempo de paz y libertad (entre otros la fundación de la Sociedad de Naciones y, posteriormente, la de la Organización de las Naciones Unidas, mundo y procurar la paz para todas ellas). Sin embargo esta voluntad duró poco y pronto hubo nuevas guerras, agresiones, violaciones, todo lo que parece aumentado actualmente, con la guerra entre Rusia y Ucrania y, muy especialmente, el genocidio perpetrado por Netanyahu y su ejercito de Israel contra el pueblo palestino, haciendo caso omiso a las resoluciones de la ONU y de la Corte útil para solucionarlo. ¿Existe, pues, alguna posibilidad de esperar una resurrección (o un nacimiento) de un mundo en paz, libertad y felicidad para todos sus pueblos y personas o no nos queda más remedio que ser espectadores impotentes y pasivos de cómo la civilización, con todas sus virtudes se autodestruye y desaparece?
Para contestar a esta complicada pregunta nos ponemos en contacto con el dr. Jaume Oliver Jaume, catedrático, ya jubilado, de Pedagogía de la Escuela Normal del Profesorado de Palma y de la Facultad de Pedagogía de la UIB y estudioso en la temática en torno a la Esperanza. Igualmente es autor de numerosos libros y artículos de educación y de historia de la educación, entre otros (aquí se puede bajar la primera parte de su libro “Escuela y Sociedad”:
Y aquí podéis ver un resumen de libros y artículos suyos, algunos de los que puede leer o descargar completos:
Al Dr. Jaume Oliver le conozco desde los primeros años 1960s, antes de que hubiera desarrollado su largo e interesante currículum pedagógico y vital, por lo que en la entrevista se impone el tuteo informal.
Buenos días Jaume, qué contestas, pues, a la pregunta fundamental,
¿Hay sitio para la Esperanza, hoy en día, en este mundo actual?
Buenos días, yo no puedo contestar nada más que sí a esta pregunta, y no sólo hay sitio para ella, sino que es necesaria y todos y todas no debemos esperar a que nos venda llovida del cielo, sino que debemos tener una actitud muy activa para ganárnosla. Precisamente el reciente Papa difunto Francisco, jefe de la Iglesia Católica declaró el presente año 2025 como el año del Jubileo de la Esperanza, lo que constituye una oportunidad excepcional para la reflexión y la conversión personal y comunitaria de todos los católicos de todo el mundo.
¿Y para los no católicos o no creyentes?
Claro, la Esperanza se puede contemplar, y "sirve", tanto desde una perspectiva religiosa como desde una perspectiva laica. El filósofo Byung-Chul Han, en su libro "El espíritu de la Esperanza. Contra la sociedad del miedo", absolutamente recomendable, se mueve a un nivel filosófico y social, con algunas referencias a la dimensión religiosa. Por otra parte, es cierto que la virtud de la esperanza, tanto desde una perspectiva religiosa como laica, no ha sido hasta ahora objeto de especial atención, estudio y reivindicación como merecía.
La esperanza “contra la sociedad del miedo”, parece que lo contrario de Esperanza sería la resignación, la abulia por impotencia, ¿no?
Posiblemente la Esperanza sea la respuesta positiva, la virtud, contra la desesperanza, contra la desesperación y contra la sociedad del miedo, las tres que duelen a quien las sufre sin esperanza. Pienso sinceramente que la insistencia en el término esperanza, a cualquier nivel, suele estar asociada a una valoración poco satisfactoria, del momento presente en el que se explicita esta insistencia, porque en general la esperanza contiene siempre una referencia al futuro.
Claro, la Esperanza hace referencia al futuro, ¿no?
No sólo en el futuro. Siempre tiene una cimentación histórica y es una construcción a lo largo del tiempo. Pero dejando bien claro y explícito que sin esperanza no puede existir ningún tipo de proyecto en una vida humana, prescindiendo ésta de un elemento que le es constitutivo.
Cuando de niños y jóvenes recibíamos formación religiosa en casa, en la escuela y en la parroquia, de la esperanza, sólo nos decían que era una virtud teologal, junto con la fe y la caridad o el amor. De la fe y el amor nos ampliaban la formación: El Credo nos decía un centenar de cosas en las que creemos; del amor nos decían que Dios es amor, que debemos amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás tanto como a nosotros mismos, pero de la Esperanza no había ampliación conceptual. Ya nos has explicado algunas características de la Esperanza, pero ¿qué es la Esperanza? ¿Cómo definirías la Esperanza?
Para definir la Esperanza me parece muy adecuado aportar tres testimonios de gran valor contextual, dos de ellos como teólogos católicos que se refieren únicamente al ámbito eclesial, y el tercero un clásico de la filosofía existencialista contemporánea que se refiere al ámbito filosófico-antropológico.
El primero, el teólogo jesuita Juan Antonio Estrada, escribía día 1.12.2024 (muy recientemente) lo siguiente: «¿Esperar sin esperanza? A propósito de un papado «diferente» y el miedo en una Iglesia polarizada», atribuyendo las decepciones vividas en la Iglesia Católica en los últimos años al miedo que tiene la Jerarquía a la desestabilización eclesial en el caso de implementar reformas importantes en el seno de la Iglesia.
El segundo, el suizo Hans Küng, escribió en Mantener la esperanza. Escritos para la reforma de la Iglesia. (Trotta, 1993) el siguiente, dejando bien clara su opción de seguir manteniendo la esperanza y trabajando por su reforma desde dentro: «Ciertamente, a diferencia del tiempo conciliar, nos castiga hoy en plena cara, a los teólogos católicos reformistas, a veces de forma muy aguda, el viento de la Iglesia oficial. Pero, ¿esto es motivo para abandonar el compromiso por una verdadera reforma de la Iglesia, para desistir del trabajo por la renovación eclesial? Al contrario, es la hora de mantener la esperanza, la esperanza que puede y debe seguir adelante la reforma de la Iglesia en la cabeza y en los miembros»
El tercer testigo, el filósofo alemán marxista, Ernst Bloch, autor de "El principio Esperanza" (1938-1947), en estos brillantes y estimuladores términos:
"La esperanza es una promesa que empuja hacia la acción. La esperanza auténtica ilumina el camino, da fuerza a la lucha y convierte lo imposible en posibilidad. Sólo lo que espera activamente hace que el mundo avance. La esperanza es el motor de la historia y la conciencia anticipadora de la libertad".
Pues sí, ya tenemos más características de la Esperanza, unas como virtud teologal y otras como virtud social...
Sin embargo, la bibliografía sobre la Esperanza desde todas las perspectivas posibles, ahora, ya es inalcanzable y muy compleja. Por eso me parece necesaria una aproximación al concepto desde diversas perspectivas:
Primera, ¿qué dice el Catecismo de la Iglesia Católica? 1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos. 1818 La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de toda persona; la esperanza preserva el egoísmo y conduce a la felicidad de la caridad. 1819 La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios. 1820 La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús a la proclamación de las bienaventuranzas. 1821 Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a quienes le aman y hacen su voluntad.
Segunda: El médico-escritor Pedro Laín Entralgo ofrece en nuestro camino catequético casi una docena de obras que incluyen en el título el término Esperanza, entre las que sobresale "La espera y la esperanza. Historia y teoría del esperar humano" y la define así: "El esperanzado es una persona que a lo largo de la vida se ha confiado en la vida futuro”.
Tercera: Según José Mª Mardones en “Esperanza cristiana y utopías intrahistóricas” la esperanza cristiana tiene su horizonte en el futuro.
Cuarta: Segundo Galilea escribe en «Espiritualidad de la Esperanza» las siguientes palabras: «La esperanza no surge de los análisis científicos o históricos -por muy fiables que sean-, sino de la fe. Por eso la esperanza es inseparable de la fe y es de la misma naturaleza. La fe es la garantía de lo que esperamos. Sin fe no puede haber esperanza, pues lo esperado debe ser primero aceptado por la fe. ¿Qué es entonces lo que la distingue de la fe? La esperanza es la firme seguridad de alcanzar las promesas que conocemos por la fe.
Quinta: En el citado libro de Byung-Chul Han, "El espíritu de la esperanza. Contra la sociedad del miedo", podemos leer: "La esperanza más íntima nace de la desesperación más profunda. Cuanto más profunda sea la desesperación, más fuerte será la esperanza". "A diferencia del optimismo, que no carece de nada ni está camino de ningún sitio, la esperanza supone un movimiento de búsqueda".
De todas las reflexiones anteriores las que más me han impactado han sido la dependencia de la Esperanza de la Fe (sin fe no puede haber esperanza); la esperanza como antídoto de la sociedad del miedo y que a la esperanza debe buscarse de forma activa. ¿Qué dicen los Papas recientes sobre la Esperanza?
El Papa Francisco publicaba un interesante libro de testimonios, "La esperanza nunca defrauda" (Ed. Mensajero, 2024), que, a partir de varios rostros humanos en situación de vulnerabilidad grave, se convirtieran en avances de reflexión y experiencia de esperanza. Y en su autobiografía titulada “Esperanza” (Pinguin Random House Grupo Editorial, 2024), y, concretamente, en la Introducción, escribe:
"Todo nace para florecer", y "la esperanza es la virtud del movimiento y el motor del cambio".
La encíclica de Benedicto XVI, Spe salvi (2007), Salvados en la Esperanza, titula la última parte “Lugares de aprendizaje y de ejercicio de la Esperanza” y menciona, sobre todo, la oración, el actuar y el sufrir. La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con quien sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad. Una sociedad que no logra aceptar a quienes sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y soportado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana.
La inmensa mayoría, si no todas, de las reflexiones hechas hasta ahora hablan de la Esperanza desde la perspectiva eclesial, pero no como virtud social...
Así es, estas reflexiones, hasta ahora, se han referido a la virtud de la Esperanza como virtud teologal con propuestas de actuaciones que puedan derivarse. Pero es preciso tener presente y reivindicar explícitamente la existencia de una virtud laica o cívica con contenido moral, que, con el mismo u otros nombres pero con idéntico contenido y función movilizadora, han sido identificadas, descritas y analizadas por filósofos, sociólogos, políticos y reformadores sociales desde nuestras culturas clásicas. Su fundamento es la dignidad de la persona humana, nacida libre e igual a todos los miembros de la especie, sujeto de unos deberes y derechos acordes a cada época histórica, y que, por sus capacidades intelectivas y sociales, es capaz de crear culturas propias. Lógicamente, los lugares de aprendizaje y praxis de esta virtud son las instituciones propias de una perspectiva cívica y laica: familia, entidades políticas de organización social, instituciones educativas y de atención social, literatura, tradiciones, costumbres, mitos y festividades locales, instituciones de organización del trabajo, atuendo normativo general, formas de relación con otros grupos humanos, etc. Cualquier miembro de una colectividad humana, por el mero hecho de haber nacido en su seno, es sujeto de esta virtud, digamos de buena ciudadanía. La virtud de la Esperanza, tanto con perspectiva de trascendencia como laica, no siempre resulta cómoda para las instancias del poder, desde el momento en que cuestiona el status quo político, económico y social. Por eso a menudo es víctima de desprestigio o actuaciones directamente contrarias, especialmente informaciones fake y todo tipo de manipulaciones de hechos, situaciones o actuaciones personales. Por eso ha alcanzado una extrema importancia en estos momentos la gestión de los medios de comunicación social, los tradicionales y los conocidos como redes sociales por su capacidad de crear estados de opinión empapados de incertidumbres y de miedo. Byung-Chul Han sostuvo en “La tonalidad del pensamiento” (Paidós, 2024): El miedo y el resentimiento empujan a las personas hacia el populismo de derechas. Atienden al egoísmo y al odio. Erosionan solidaridad, amistad, empatía. El miedo es un popular instrumento de dominación. Convierte a las personas en sujetos obedientes y chantajeables. Donde reina el miedo no hay libertad. Miguel Ángel Guillón, en Religión Digital (15.3.2025) propone como única alternativa a la situación actual: "Reconstruir la esperanza: la actitud humana responsable por hoy en día. Entre todas las crisis que vivimos cabe destacar la llamada crisis de las utopías. El neoliberalismo se ha impuesto como la única utopía posible".
¿Qué más podemos decir que no hayamos dicho de la Esperanza?
Podríamos decir muchas cosas más. La Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, nos aporta muchas reflexiones y directrices sobre la Esperanza. El Antiguo Testamento cuenta la historia del pueblo de Israel que sale de Egipto, donde estaba esclavizado, y camina en busca de la "tierra prometida" y la libertad. Yahvé, su Dios, ha establecido una Alianza de salvación con el pueblo judío, fundamento de toda esperanza.
El Nuevo Testamento contiene, entre otros libros, los cuatro evangelios, crónicas de Jesús, hijo del Padre; Pablo, en sus epístolas a los gentiles, explica el inicio de un nuevo camino donde estaban convocados todos los pueblos: el Cristianismo. Pues bien, el hilo bíblico conductor de ambos relatos, Antiguo y Nuevo Testamento, es un extraordinario mensaje de esperanza. Como todos los libros sagrados de las distintas tradiciones religiosas, la Biblia ofrece mensajes de esperanza muy potentes para nuestros días, algunos de ellos parecen dirigidos especialmente a nosotros. Sería una lástima, a la hora de celebrar un Jubileo de la Esperanza, no tenerlos bien presentes y dejar de ir a sacar agua para la sed de la humanidad en el siglo XXI.
Entonces acabamos como hemos empezado, con reflexiones sobre la Esperanza desde la perspectiva religiosa y, entre el principio y el final, sólo unas pocas reflexiones sobre la esperanza como virtud social,...
No. Si te fijas bien todas las reflexiones teológicas y filosóficas sobre la Esperanza son aplicables, en su todo o parte, por las personas agnósticas, como, igualmente, las sociales son aplicables por parte de todas las personas creyentes y practicantes. Sin embargo, haremos una recopilación de nuevas reflexiones, de la mano de Václav Havel en su libro: "El pacificador. Pertubar la paz". (1990):
"La esperanza no es la convicción de que algo va a salir bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte".
"La esperanza es una dimensión del alma, una orientación del espíritu humano que nos impulsa a seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros".
"La esperanza no depende de las circunstancias externas, sino de nuestra capacidad interna para encontrar significado y propósito en la vida".
"La esperanza nos invita a actuar con valentía ya no rendirnos nunca. Es la fuerza que nos permite enfrentar los desafíos con determinación y fe en la que nuestras acciones pueden marcar la diferencia".
"La esperanza es un acto de fe en la vida y en la capacidad del ser humano para superar cualquier adversidad".
Muchas gracias, Dr. Jaume Oliver, y hasta la próxima.
Muchas gracias, amigo Toni Ramis, por tu interés por esta temática.
Palma, 21 de mayo de 2025.
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