Vivir en el caos general y asincronía temporal
“Nosotros somos gente de orden, nosotros somos gente de paz”, decía el lacayo del máximo responsable balear de “educación”, cuando, al frente de la horda de peperos enfermos de incompetencia, de sumisión a la demencia y de pasividad (nadie intervino para evitar la agresión pertinaz) de la Conselleria de educación, mientras azuzaba al pobre perro-hombre de Prosegur, más fuerte y menos inteligente (más perro y menos hombre) que cualquier perro que conozco, contra la pacifica ocupación del despacho vacío del nº 2 de aquella loca Conselleria, para poder explicar a los responsables una serie de verdades que estos no querían saber. No dudo de que pueda existir alguien amante de la paz y el orden, pero no dudo tampoco en recordar que la historia nos muestra que la mayoría de “gente de orden” lo impone, a la fuerza, con una extrema violencia y agresión, mediante guerras civiles e inciviles, bombardeando poblaciones enteras y provocando miles, cuando no millones, de muertos pacíficos e inocentes. Y si después de tamaña tempestad viene la calma (chicha), viene la paz, ésta es una falsa paz compuesta por el silencio de los muertos, el silencio del miedo de los vivos discrepantes, y la aquiescencia y adoración de los iguales.
Lo cierto es que cuando estaba activo sólo tenía dos cosas que hacer, que ya llenaban mucho tiempo y mucho desorden, la primera la obligación profesional, que ocupaba la mayor parte del tiempo y la segunda la dedicación a la familia, amistades y aficiones, mientras que, desde que, en teoría, tengo más tiempo, por estar retirado de la obligación profesional (ahora cobro, cada mes, como recompensa y cotización de 40 años de trabajo duro, lo mismo que cobra un conseller de Mallorca, en un día, por asistir a un Pleno, aunque no lo tenga que preparar ni intervenir), tengo más desorden de las “cosas-objeto” que se van acumulando sobre la mesa y en todos los rincones de la casa sin haber recibido la atención que precisan y tengo mas “cosas-tiempo” que hacer pendientes. Tantas, y tanto, que vivo en una asincronía temporal.
“Nosotros somos gente de orden, nosotros somos gente de paz”, decía el lacayo del máximo responsable balear de “educación”, cuando, al frente de la horda de peperos enfermos de incompetencia, de sumisión a la demencia y de pasividad (nadie intervino para evitar la agresión pertinaz) de la Conselleria de educación, mientras azuzaba al pobre perro-hombre de Prosegur, más fuerte y menos inteligente (más perro y menos hombre) que cualquier perro que conozco, contra la pacifica ocupación del despacho vacío del nº 2 de aquella loca Conselleria, para poder explicar a los responsables una serie de verdades que estos no querían saber. No dudo de que pueda existir alguien amante de la paz y el orden, pero no dudo tampoco en recordar que la historia nos muestra que la mayoría de “gente de orden” lo impone, a la fuerza, con una extrema violencia y agresión, mediante guerras civiles e inciviles, bombardeando poblaciones enteras y provocando miles, cuando no millones, de muertos pacíficos e inocentes. Y si después de tamaña tempestad viene la calma (chicha), viene la paz, ésta es una falsa paz compuesta por el silencio de los muertos, el silencio del miedo de los vivos discrepantes, y la aquiescencia y adoración de los iguales.
Lo cierto es que cuando estaba activo sólo tenía dos cosas que hacer, que ya llenaban mucho tiempo y mucho desorden, la primera la obligación profesional, que ocupaba la mayor parte del tiempo y la segunda la dedicación a la familia, amistades y aficiones, mientras que, desde que, en teoría, tengo más tiempo, por estar retirado de la obligación profesional (ahora cobro, cada mes, como recompensa y cotización de 40 años de trabajo duro, lo mismo que cobra un conseller de Mallorca, en un día, por asistir a un Pleno, aunque no lo tenga que preparar ni intervenir), tengo más desorden de las “cosas-objeto” que se van acumulando sobre la mesa y en todos los rincones de la casa sin haber recibido la atención que precisan y tengo mas “cosas-tiempo” que hacer pendientes. Tantas, y tanto, que vivo en una asincronía temporal.
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