15 abril 2017

El recuerdo azul luminoso. Bernardo Gayá


El recuerdo azul luminoso

La infancia en Porto Colom es un recuerdo y casi una idea, que uso cuando algún Maestro de Yoga nos pide: “Mente en blanco y solo una idea feliz”.

Pero también son recuerdos sucesivos

Antes de la partida había visita obligada als “senyoravis” que además de bendecirnos y hacernos fotos con las primas Oliver Gayá que con ellos vivían, nos colocaban al cuello unos “escapularis” para protegernos de todo mal y sobre todo del mar que “fa forat i tapa”.

La llegada desde Sant Joan a Felanitx

Los cuatro hermanos aguardando en el Fiat Balilla, espera eterna mientras nuestros padres visitaban familia (todos los primos de can Palau), amistades juveniles y finalmente a una monja (según mi piadosa madre, una santa).

De pronto entraban en el coche y los que ocupábamos las dos plazas delanteras nos echábamos literalmente sobre las dos hermanitas y bultos, todos detrás. 

Subiendo la cuesta hacia el puerto, el coche acusaba la carga, a medida que mi padre bajaba de marcha. En el camino antes de can Alou la carretera es hermosa sinuosa entre pinos, y allí nuestra madre disparaba la ansiedad con un: “Premi a nes primer que vegi la mar”. 

Todos, porque la de la pequeña tenía siempre nuestro cuidado, cuatro caras pegadas al ventanal izquierdo trasero del coche, en una suerte de descubrimiento visual del gran azul. 

Una vez llegados, en tromba sobre nuestra senyoravia des Port, después sobre los tíos Bernat y Jaume. 


Y asomados al mar agarrados por nuestros tios, desde aquella galería, habíamos por fín llegado a la plenitud de la felicidad.

Bernardo Gaya Miquel 
(De can Solle. Quien sepa cómo se escribe este sobrenombre, que me lo diga, por favor).



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