La España actual
Ni me gusta
ni la quiero.
Quiero a
muchos españoles y españolas por una razón u otra (como detesto también a
muchos otros y otras, posiblemente a los mismos que ellos deben detestar mis
visiones, expectativas y deseos y a mi mismo si me conocen), pero no puedo
querer al conjunto España-organización política-económica porque es todo lo
contrario de aquello a que aspiro, deseo y quiero.
No quiero
una España esclava, alfombra, de los hiperfuertes salvajes imperialistas y
tirana e injusta con los pequeños, países y ciudadanos incluídos: “O eres de
los míos, en cuyo caso te daré la razón (y algo más) aunque no la tengas, o
jódete”.
No quiero
una España que opta por procurar la máxima riqueza económica (concentrada en
unos pocos de la propia Administración y amigos) en lugar de por la máxima
riqueza social (totalmente repartida).
No quiero
una España en la que el poder legislativo y ejecutivo son el mismo y ambos
desean y procuran que también lo sea el judicial.
No quiero
una España fascistoide y corrupta que defiende la mediocridad y cutrerío
administrativo y exige la excelencia económica para tener derecho a una
educación superior. No quiero una España en donde la solidaridad no sólo no es
un fin sino que es un defecto criticable y criticado
No quiero
una España chulesca en permanente conflicto con los pequeños: pueblos,
naciones, o personas. Fuerte y valiente con los pequeños, débil, cobarde y
sumisa con los grandes.
No quiero
una España injusta que, aparte de la corrupción de sus gobernantes y amigos, su
organización permite que los ricos más ricos del mundo y los pobres más pobres
del mundo sean españoles.
No quiero
una España cuyos gobernantes fascistoides exigen el cumplimiento a rajatabla de
leyes de cuarto rango para que pagues intereses de usura y se pasa por el forro
la primera de sus leyes, la Constitución, en su obligación de hacer que todos
los españoles tengan una vivienda digna y suficiente y un trabajo digno y
suficientemente remunerado: Más del 50% de jóvenes, universitarios incluidos,
sin trabajo ni prestación. 0% de miembros de su secta sin trabajo y con
prestaciones muchas veces muy sobredimensionadas en relación a su capacidad y
actividad. Tanto que se ha convertido en estudio y profesión: miembro del
partido, de la secta.
No quiero
una España casposa e ignorante cuya fiesta nacional es la que es y que ataca su
propia riqueza de la diversidad cultural y lingüística. Y que ataca a la
defensa de la naturaleza, a su propia riqueza ecológica y a quienes las
defienden.
Y lo que digo de España,
exactamente igual, lo digo de Illes Balears, Mallorca, Palma o Felanitx.
Antoni Ramis Caldentey
Psicòleg humanista social
07-08-2013