21 julio 2025

Sobrevivir 13: Los animales pronostican mejor ·el tiempo meteorológico

La Jefatura de Navegación del puerto soviético de Arjánguelsk en el Ártico estaba llena de dudas. Habían llegado ya los primeros días de junio, pero el paso nortoriental, por la costa norte de Siberia hasta el Extremo Oriente, seguía cerrado a la navegación por gruesas capas de hielo que ni siquiera

permitían el paso a los pesados rompehielos atómicos. Los meteorólogos estaban de acuerdo en que, de momento, no había esperanzas de reanudar la navegación.




En esos momentos dio su opinión un veterano capitán de los mares árticos, entrenado especialmente para navegar por aquellas aguas heladas: los pronósticos meteorológicos de los técnicos no eran más que tonterías. Debía autorizarse la salida de los buques.

En diez días se habrán roto los hielos dijo. Naturalmente, no lo creyó nadie.

Pasaron los diez días y los hielos se resquebrajaron. Los que hasta poco

antes habían dado tan profundas muestras de incredulidad agobiaron con preguntas al veterano marino.

Su respuesta fue tajante:

-He recorrido en helicóptero una parte de la ruta y he visto grandes manadas de morsas sobre el hielo. Esos animales únicamente aparecen cuando faltan menos de diez días para que se rompa la corteza helada y se pueda empezar a pescar.


De nuevo el marino se encontró con un muro de escepticismo. Esas enormes bolas de grasa que son las grandes morsas, de hasta mil kilos de peso, bigotudas y provistas de largos colmillos marfileños, no iban a ser más inteligentes y capacitadas que los científicos estudiosos y experimentados que trabajan en no menos de cien estaciones meteorológicas, magníficamente dotadas, para la observación de los hielos a todo lo largo de la costa septentrional de Siberia.

Al año siguiente la Jefatura de Navegación, más bien divertida, decidió aceptar el desafío de los proféticos animales. El capitán y sus morsas ganaron al conseguir un pronóstico exacto. Lo mismo volvió a ocurrir un año después.

Algo de veras impresionante.

Esto ocurrió en 1970. Desde entonces, la observación planificada de las grandes morsas forma parte de los datos que se computan para el pronóstico de la fecha de deshielo de los mares en el norte de la Unión Soviética. Pero lo que nadie averiguó todavía es cómo los animalen «saben» cuándo va a producirse el deshielo.

Esto es como una especie de confirmación moderna y científica del viejo chiste que cuenta cómo la vaca, con sus movimientos de rabo, informaba a su dueño del pronóstico meteorológico mucho mejor que el profesor de meteorología que pasaba sus vacaciones en la casa de labor.

Lo cierto es que desde 1969 se sabe que la vaca, realmente, puede pronosticar el tiempo que se avecina, aunque no lo hace, naturalmente, con sus movimientos de rabo, sino con un indicador bastante más exacto: la cantidad de leche que producen sus ubres. Cuando se desplaza una zona de altas presionesdisminuye la cantidad de leche antes de que se produzca el empeoramiento del tiempo. El porqué, sólo Dios lo sabe. Pero ocurre así. ·

También los propietarios de ganaderías de toros bravos en Andalucía han

comprobado continuamente que la conducta de los toros guarda relación con las condiciones meteorológicas y pueden deducir de ella un pronóstico seguro.

El cambio de tiempo es advertido por esos animales -y consecuentemente influye en su comportamiento- mucho antes de que pueda hacerlo el hombre.

Cuando se acerca · una tormenta, se ponen nerviosos, reaccionan irritados, se lanzan unos contra otros, furiosos, sin razón aparente, y se cornean. En ocasiones se producen peleas que terminan con muerte.

Tampoco en estos casos se ha logrado descubrir el sentido biológico del fenómeno, pues apenas si existe un animal que viva libre en la naturaleza, que huya de una tormenta ni, siquiera, que busque un refugio para protegerse contra la lluvia. Soportan con el mayor estoicismo la violencia del tiempo.

Hay excepciones, pero de ellas hablaremos más adelante.

¿Qué hay de cierto en todas esas reglas que nos ofrecen los campesinos,

los pescadores, los guardas forestales, para los cuales la observación de la conducta animal es como un oráculo infalible para pronosticar el tiempo?

Entre estas reglas, que son muchas, tenemos las siguientes: la aparición

del sapo anuncia buen tiempo; cuando las golondrinas y vencejos vuelan bajo, lloverá pronto; cuando la garza gris, que normalmente se queda en Alemania para pasar el invierno, decide un año dirigirse en busca del calor del sur, se producen, en el espacio de dos o tres semanas, tan grandes heladas y tan duraderas que se hielan los lagos en los que acostumbran a pescar; o cuando el misguño, un pez de la familia de las barbadas de los mares alemanes, sale con inusitada frecuencia a la superficie para aspirar aire, eso significa que se aproxima una tormenta. Las pequeñas barcas de pesca de las costas mediterráneas buscan rápidamente el refugio de sus puertos cuando los tripulantes enla cubierta oyen "cantar" a la gallina de mar, un pez que tiene entre veinte y treinta centímetros de largo. Su «canto», que es una especie de rugido roncoanuncia que se avecina una tempestad.

En la India se considera que el grito penetrante del pavo real anuncia la

lluvia.

En realidad, este animal se siente excitado sexualmente de manera especial unas veinticuatro horas antes de la llegada de la tormenta y por esa razón lanza su graznido con mucha más frecuencia que en una situación meteorológica normal.

En los valles alpinos de Chiemgau se considera como anuncio de una tempestad de nieve la presencia en los pueblos de aves silvestres que, por lo general, no suelen presentarse allí. El ornitólogo doctor Sebastián Pfeifer y su esposa, Margaret, informaron al respecto: «Nos quedamos muy sorprendidos cuando, el 3 de mayo de 1967, en -día soleado y templado, vimos aparecer en Ettenhausen una bandada de entre 25 50 mirlos y unos 20 grajos de los Alpes, que empezaron a cantar. Los grajos

en los tejados o en las líneas telefónicas; los· mirlos, en los abetos aislados, de doscientos años de edad, de las afueras del pueblo. A eso de la una del mediodía los pájaros aún continuaban en la aldea. Por la tarde, a eso de las tres, oímos nuevos cantos y, aproximadamente a las cinco, contamos todavía 18 mirlos en los alrededores del pueblo. Exactamente veinticuatro horas después se produjo una gran nevada que duró diez horas».

Estas reglas y muchas otras que pronostican el tiempo venidero, ¿se confirman a la luz de la moderna investigación meteorológica? Un nuevo ejemplo nos aproximará tnás a la respuesta de esta preguntaEl observador frente a la pantalla de radar no podía dar crédito a sus ojos. En las proximidades de Zurich, desde poco antes del atardecer, venía siguiendo las evoluciones de una bandada de vencejos que acababan de dejar su lugar de cría y estaban listos para emprender el gran viaje a África del Sur. Pero los pájaros no tomaron el rumbo que era de esperar y que siguieron el año anterior. Con la velocidad de una flecha, por la noche, pusieron rumbo al noroeste, más o menos hacia París¿Es que ese año los vencejos habían perdido su orientación? En esos momentos el parte meteorológico de la radio anunció la presencia de una gran tormenta sobre la Italia del Norte. Inmediatamente el investigador se dio cuenta de lo que había sucedido y así lo explicó en su lenguaje técnico: "Con ayuda de un sentido capaz de captar las alteraciones de la presión

atmosférica, el vencejo está en condiciones de realizar vuelos en condiciones ciclónicas".

Los rápidos vencejos habían descubierto anticipadamente, cuando todavía se encontraban en zona de buenas condiciones meteorológicas en la parte norte de los Alpes, por mediación de su «barómetro interno», que en la vertiente sur de la cordillera se esperaba una tormenta con rayos y lluvia, y evitaron volar sobre la zona en cuestión, eligiendo una nueva ruta, más larga, sobre Francia, el norte de España, el Mediterráneo occidental y Túnez.

Una capacidad que supera con mucho la de los viejos reumáticos, a quienes el dolor de su pierna enferma les avisa del mal tiempo. ¿Por qué es precisanJentun ave tan pequeña la que tiene esa capaéidad?

La nJayor parte de las otras aves migratorias se orientan por el Sol y las estrellas, además del magnetismo terrestre, que le sirve para tomar un rumbo que mantienen contra viento y marea. Si en su camino se ven sorprendidos por el mal tiempo, se posan y esperan en tierra a que pase la tormenta para después continuar su vuelo.

Por el contrario, el vencejo es el único pájaro, por lo que hasta ahora conocemos, que se permite el lujo de desviar su rumbo, hacer rodeos para evitar volar sobre zonas tormentosas, sin que por eso pierda su orientación. Esto puede aplicarse no sólo a las zonas de Europa afectadas por depresiones atnlosféricas, sino que lo mismo hace en casos de tormentas de arena en el Sahara o con las lluvias monzónicas de las selvas centroafricanas. Doquiera que el vencejo se encuentra con problemas meteorológicos en su camino, hace un rodeo, los evita y modifica el rumbo para llegar a su meta.

Hay tres razones por las que pueden permitirse este lujo: su alimentación la consiguen en el aire, en los insectos voladores y, por lo tanto, no tienen que posarse en tierra para comer durante el viaje. Y precisan zonas de buen tiempo para poder encontrar en el aire los insectos que necesitan para su subsistencia.

Prácticamente un vencejo puede pasarse todo el tiempo en el aire. Al parecer duermen planeando en alturas que lindan con los dos mil metros (véase el capítulo VI). Y vuelan muy rápidamente. El Mediterráneo lo cruzan en pocas horas, el desierto del Sahara en dos días. Mientras que otras aves migratorias (entre ellas, incluso, la propia golondrina, que externamente tanto se le parece) cuando llueve tienen que esperar en tierra; el vencejo ha sabido evitar, con un rodeo, esa zona de mal tiempo.

También en su cuartel invernal, en Africa del Sur, evitan esas aves cualquier zona de mal tiempo. Gracias a su «estación meteorológica interna» saben de antemano dónde brilla el sol y vuelan hacia allí. No conocen sino un mundo resplandesciente de sol. Viajeros profetas de la meteorología, en todo momento saben encontrar los lugares en que reina el buen tiempo. ·

Sólo durante la época en que empollan o crían, en nuestros países, dejan

de irse en ocasiones, puesto que estas aves, pese a que lo hacen todo en el aire, no pueden llevarse consigo sus nidos y sus crías, que obligan, en ocasiones, a sus padres a enfrentarse al mal tiempo. Pero si éste empeora en extretno llegan a abandonar a sus hijos durante algunos días en la zona de lluvias, buscan las altas presiones, aunque para ello tengan que hacer cientos de kilómetros, y regresan a casa cuando «saben» que ha vuelto el buen tiempo.

Este comportamiento es de importancia vital para el vencejo, que sólo puede encontrar alimentos cuando el tiempo es despejado. Si bien su velocidad de vuelo es supedor a la de la golondrina, no es tan ágil como ella y no puede aproximarse tanto a la superficie. de la tierra en persecución de los insectos que, con el mal tiempo, vuelan muy bajo. En esas circunstancias, sus presas son pocas.

Vemos, pues, que el vencejo necesita disponer de una capacidad efectiva

de hacer pronósticos meteorológicos acertados, con tiempo suficiente y que abarquen una amplia zona. Conocer la situación meteorológica de lugares alejados no es para ellos un lujo, sino una necesidad de todo punto ineludible para asegurar su supervivencia. Si no dispusieran de ese don profético, muy pronto morirían de hambre.

Los seres humanos dificilmente podemos comprender con . toda precisión de qué modo tan amenazador y peligroso para su existencia puede afectar el mal tiempo a los animales. La naturaleza conjura, parci~lmente, el peligro haciéndoles prever el tiempo meteorológico. Un error en el pronóstico, que para nosotros los seres humanos no significaría más que un chaparrón sin paraguas ni gabardina, sería mortal para algunos animales. Ésa es la razón por la cual necesitan estar capacitados para pronosticar el tiempo futuro . La naturaleza una vez más los dota de los medios para ello pues, de no ser así, podrían pagarlo muy caro.

Otro ejemplo de esta capacitación nos la ofrece la rana llamada de San Antonio o hyla arborea. Cuando en abril sale de su refugio de invierno, un hoyo de unos sesenta centímetros de profundidad, y aparece en la superficie para reunirse con sus congéneres en el charco o la laguna, desde la que nos ofrece su monótono coro nocturno, debe· estar preparada para, en ningún caso, ser sorprendida por la escarcha, que la mataría.

La rana, contrariamente al hombre, no es un animal de sangre caliente. Su cuerpo no posee una temperatura constante sino variable, dependiente del calor o el frío del medio ambiente. Si fuera sorprendida por una helada antes de tener tiempo de meterse en su profundo agujero bajo tierra, donde no llega la escarcha, quedaría paralizada y perecería de frío. Las ranas, precavidamente, poseen una «estación meteorológica interna» que las avisa con tiempo de la llegada del frío. De no ser así, haría mucho tiempo ya que ese batracio habría dejado de existir en Europa.

Una serie de experimentos científicos han probado que nuestra saltarina amiga debe poseer, como mínimo, un «barómetro interno». Cuando sube la presión atmosférica, lo que es anuncio de mejoría de tiempo, la rana nos lo comunica poniéndose a croar mucho antes que en los días normales. Si por el contrario el barómetro desciende, la rana se entierra rápidamente en el suelo, adelantándose en una hora a la llegada del descenso de la temperatura, que para ella significaría la muerte.

En Alemania hay quien utiliza las ranas como una especie de barómetro animal viviente. Para ello se las encierra en uno de esos botes de cristal que se utilizan para guardar conservas y dentro del cual se coloca una especie de escalerita o montante de madera por el que la rana puede subir o bajar. La rana allí, realmente, no pronostica el tiempo sino que se limita a reaccionar ante sus cambios. Cuando hace buen tiempo se sube a 1a parte más alta de la escalerita, respondiendo a un instinto de su naturaleza que la hace trepar en caso de buen tiempo a las ramas más altas de· los arbustos (de aquí su nombre científjco, hyla. arborea) para tomar el sol y cazar moscas. Cuando hace mal tiempo, si está en libertad, se mete entre la vegetación baja puesto que no hay insectos a los que cazar y allí se encuentra mejor protegida contra las aves que se alimentan de ella. La rana · en el frasco es un juguete carente de utilidad: sólo dice al hombre algo que no necesita que la rana le diga, pues para saber· el tiempo que hace no tiene más que abrir la ventana y asomarse a ella para mirar el cielo.

Pero, extrañamente, es algo que la rana no puede hacer. Impresiona tristemente saber que estos animales, cuando están en su lago o en la rama de un álamo, no pueden ver si el cielo está cubierto o despejado y, consecuentemente, esconderse bajo el follaje o quedarse en las ramas altas esperando a sus·

presas. Parece una contradicción insalvable: el estado del tiempo es vital para ella y, sin embargo, no está en condiciones de ver el cielo. Como sustitutivo de esa falta de visión de sus ojos, dispone de su «barómetro interno» que le ayuda a adaptarse a las condiciones' climatológicas.

Considerando este fenómeno desde un punto de vista cronológico en la línea evolutiva, hemos de analizar el proceso a la inversa: al principio, los «ojos» de los animales que vivían en un mundo primitivo eran simplemente unos receptores de luz que les servían para distinguir la claridad de la oscuridad.

En el punto más alto de la evolución, en las aves y los mamíferos, nos encontramos ya con el «ojo cámara» capaz de ofrecernos una imagen «fotográfica» casi perfecta.

Entre ese ojo primitivo y el actual hay toda una serie de graduaciones, formas más o menos limitadas de la capacidad visual: ojos que únicamente están capacitados para percibir retazos del mundo real, en especial cosas que para .el animal en cuestión son de importancia vital primaria.

Volviendo a la rana: ésta sólo distingue objetos que se mueven en su dirección. Si la «cosa» es pequeña, la rana la considera una presa. Ésa es la razón por la cual devora igualmente a una mosca que a una ranita pequeña si comete la equivocación de acercarse demasiado (un caso de canibalismo involuntario). Si lo que· se aproxima a ella· es algo grande, lo considera como un enemigo y escapa, tanto si se trata de una vaca, que no le prestaría la menor atención, como de una voraz cigüeña.

¿Qué pasa si lo que se aproxima a la rana es de su mismo tamaño? En

opinión del animal, en este caso sólo puede tratarse de un congénere del sexo opuesto que llega para aparearse. Ésa es la razón por la que una rana macho intente hacer el amor con un pedazo de madera, una bola de barro o un pez de colores.

Deducir de la imagen del cielo, con sus nubes o sus estrellas, cuál será el tiempo meteorológico es algo que queda por completo fuera del alcance de la capacidad visual de los ojos saltones de la rana y de su región cerebral, donde radica la interpretación visual cuyo desarrollo es comparativamente muy primitivo.

Precisamente, para la existencia de muchos de los animales de las primeras eras geológicas, como peces, anfibios, reptiles e insectos, resulta necesario de todo punto disponer de una buena información sobre el tiempo meteorológico. La naturaleza ha elegido el camino más sencillo: dotar al animal de un «barómetro interno», en vez de perfeccionar su órgano visual y dotarlo de un ojo complicado y capaz de facilitar imágenes «fotográficas» fieles para que sean interpretadas por el cerebro.

Vemos, pues, que en la historia de la evolución en los animales, el arte del pronóstico meteorológico es una cualidad antiquísima, primaria. Por esa razón la encontramos, igualmente y en una forma muy perfecta en los cocodrilos y en las abejas. Y también ésa es la razón por la que nosotros, seres de una capacidad visual e interpretativa de la visión elevada, hemos perdido casi totalmente aquella otra capacidad maravillosa. ¡Una pena!

La búsqueda del lugar donde está situada, en los animales, «esa estación

meteorológica» interna y su forma de trabajo, ha dado hasta ahora un modesto resultado. No obstante, se han realizado experimentos que prueban, sin lugar a dudas, que tanto la paloma mensajera como el pato silvestre están en condiciones de percibir las oscilaciones de la presión atmosférica, determinante de los cambios de tiempo.

El profesor 'X' illiam T. Keeton colocó a varias palomas mensajeras en una cámara de presión y las adiestró para que al llegar a una determinada presión actuaran sobre un resorte. El resultado fue perfecto.

De momento, todavía no se ha aclarado cómo aplican prácticamente esa capacidad de percibir la situación meteorológica. ¿Las previene su misterioso instinto de la llegada de tormentas, como hace con el vencejo? ¿O es ese «barómetro interno» una especie de altímetro para cuando vuelan por encima de las nubes?

Hay otros seres voladores del reino animal que dependen aún más del buen tiempo que los pájaros: las mariposas.

Por ejemplo, para !a mariposa del ciruelo silvestre, muy sensible al calor, puede resultar mortal salir del capullo, inmediatamente después de haber completado su metamorfosis, sin tener la seguridad de que dispone de un buen tiémpo para su vuelo. ¿Cómo es posible que estando todavía completamente encerrada en su capullo pueda saber el momento en que debe salir?

Actúa siguiendo dos señales que le indican el momento de salida y que ella debe percibir simultáneamente: su «reloj interno», su sentido fisiológico de la hora, del tiempo en el sentido cronológico, le avisa cuando es mediodía, puesto que pertenece a lás mariposas diurnas y no a las nocturnas. Por otra parte su «termómetro interno» debe haberle advertido que, desde las primeras horas del día hasta el mediodía, la temperatura subió notablemente.

Para la mariposa, encerrada en su capullo, éste es el único claro indicio de que afuera brilla el sol. Y entonces rompe el capullo y sale.

Si la temperatura no fue subiendo en el transcurso de la mañana puede deducirse que el cielo está muy cubierto o llueve. Y el insecto espera pacientemente dentro de su capullo, ¡aunque sea toda una semana!, la llegada del buen tiempo pese a que su desarrollo corporal, su metamorfosis, esté concluido.

Vemos, pues, que aparte del «barómetro interno» la creación dispone también de otros «instrumentos meteorológicos internos».

Todavía más incomprensible para nosotros es lo que ocurre con los termes.

Se trata de unas criaturas pequeñas, que viven bajo tierra y que, prácticamente, no ven jamás la luz del día por lo que, lógicamente, carecen de ojos.

Sólo los miembros sexuados son la excepción por la que ellos verán la luz del día al menos una vez en su vida: en el vuelo nupcial.

Para que los termes puedan realizar ese vuelo nupcial deben darse las siguientes circunstancias;

1. El vuelo debe producirse simultáneamente con el de otros congéneres de los termiteros vecinos para que exista la posibilidad de que las hembras y los machos alados de diversas comunidades se encuentren y se aparejen evitando que produzca una cría consanguínea.

2. El vuelo debe iniciarse a última hora de la tarde, de manera que los termes puedan encontrarse en el aire, pero que su gran número de enemigos sólo dÍspongan de muy poco tiempo, hasta la llegada de la oscuridad, para caer sobre ellos. 

3. Finalmente, no debe llover durante el vuelo nupcial. Pero sí tiene que

que llover poco después, para que la tierra se reblandezca y la pareja pueda excavar su agujero protector en .el ,suelo, que será la célula fundacional de un nuevo estado termita.

¿Cómo es posible que esos diminutos insectos puedan realizar de manera

tan sincronizada todas esas exigencias, sobre todo si se tiene en cuenta que viven en las eternas tinieblas de la amurallada fortaleza que es un nido de termes?

Antes que nada precisan un "calendario interno": en cada sociedad de termes los miembros sexuados, los futuros reyes y reinas, sólo crecen en la época de las lluvias. Después precisan un «reloj interno», que aun estando en el oscuro interior del nido les indique cuándo afuera está· cayendo la tarde.

Y, para terminar, "un barómetro interno" que antes de salir del termitero les indique que afuera todavía hace buen tiempo, pero que no tardará mucho en caer una buena lluvia.

Cuando se conjuntan estas tres condiciones previas, los termes obreros abren sus fortalezas por la parte superior de la chimenea de ventilación. Salen los soldados, que se colocan formando un círculo protector y dispuestos luchar en caso .de amenaza, y observan si el aire está limpio. Si no son molestados, los soldados dan una señal olfativa y como si fuera una explosión, cientos de miles de termes sexuados se elevan en el aire como columnas de humo. Lo mismo ocurre, casi simultáneamente, en los termiteros próximos .

Se manifiesta así una precisión realmente sorprendente en la determinación del pronóstico meteorológico.

Algo semejante puede realizar el cocodrilo del Nilo. Hay una justificación notable para que esos colosos acorazados estén capacitados para autopredecirse el tiempo. Cuando hace frío míentras realiza su digestión, el animal tiene unos dolores de estómago espantosos ..

Una presa de gran tamaño, como un pelícanoun siluro de metro y medio o una pierna de antílope, sólo puede ser digerida por el cocodrilo con la necesaria rapidez cuando se prolonga el buen tiempo durante cuatro o seis días.

Si en ese período hace frío la carne que se encuentra en el interior del estónlago de ese animal de sangre fría se conserva como si estuviera en un frigorífico y le causa graves problemas digestivos. ·

Los dolores deben de ser tan terribles que un cocodrilo, aun cuando esté

hambriento, no tocará la más suculenta de sus presas si hay una tendencia a la baja barométrica. Su «barómetro interior» le avisa: "¡Cuidado! Si no has terminado con tu digestión pronto, vendrán aires fríos y tendrás dolores de estómago. Así que es méjor que ayunes".

Pero lo más sorprendente de todo es lo que nos cuenta el premio Nobel profesor Karl von Frisch sobre la capacidad de predecir el tiempo de sus abejas. .

Las abejas obreras de una colmena tenían a su disposición agua azucarada que él les colocó a unos cien metros de distancia; mientras las compañeras de otra colmena tenían que recorrer seis kilómetros para llegar al agua azucarada.

Los dos comederos eran visitados con la misma frecuencia.

De repente, el 9 de agosto, a eso de las 15.30 horas, las abejas que regresaban del suministro más alejado cesaron de hacer propaganda, con su danza, para que las compañeras de su colmena fueran a alimentarse al comedero. Al mismo tiempo, en la colmena que tenía la comida cerca, todo continuó de igual modo y las que llegaban seguían incitando a sus compañeras a que fueran a libar. A eso de las 16 horas, el profesor Von Frisch advirtió que se aproximaba una tempestad.

A las 18.05 en punto, en la colmena cuyas obreras tenían que ir lejos a buscar su alimento, se dio una señal de alarma y, a partir de ese momento, ni una sola abeja emprendió el vuelo fuera de la colmena. En la otra, la actividad recolectora de agua con azúcar continuó sin novedád.

Al profesor se le ocurrió la idea de que aquello podría tener algo que ver con ]a posibilidad de que estallara una tormenta y realizó los siguientes cálculos referidos al comedero que se hallaba más alejado:

Vuelo de ida hasta el agua azucarada, 19 minutos; tiempo medio de libación de una abeja, 3.3 minutos; vuelo de regreso, con el viento en contra, 23 minutos; duración total del viaje de ida y vuelta más el tiempo de libación, 75 minutos. Consecuentemente profetizó: la tempestad estallará a las 19 .20.

Se equivocó. La lluvia, los rayos y los truenos se produjeron a las 19.25. Las abejas se habían concedido un margen de seguridad de 5 minutos.

Mientras las otras abejas, que sólo tenían necesidad de un vuelo de 20 segundos para llegar al agua azucarada, continuaron yendo y viniendo prácticamente hasta casi el último minuto.

Un cálculo anticipado del tiempo meteorológico y el correspondiente cambio de los planes de trabajo de un día son, por lo que hasta ahora sabemos, caso único dentro del reino animal. Pero cuando reflexionamos sobre algo de lo que ya hablamos antes, de la abeja que al verse imposibilitada de volver a su colmena muere como consecuencia del stress (véase el capítulo primero), se comprende que las cosas tienen que ocurrir así, pues si fuera sorprendida fuera de su colmena por una tormenta, eso significaría su muerte. Para. evitar que esto pueda suceder las abejas se han convertido en meteorólogos excelentes.


En conjunto, y en lo que se refiere a la capacidad de pronosticar el tiempo de los animales, se da la sigiuente situación:

Ningún investigador especializado en estos temas duda de que algunos aninlales poseen un «barómetro interior», aun cuando no se sabe todavía qué tipo de órgano sensorial pueda ser. Hay, sin embargo, algo que nos da todavía más que pensar: nosotros, los seres humanos, estamos en posesión de barómetros artificiales y muchos otros instrumentos meteorológicos. ¿Cómo es posible que, pese a ello, los animales, valiéndose de su sentido de la presión atmosférica, puedan hacer mejores pronósticos meteorológicos que nosotros?

Creo que ya ha llegado el momento de que la investigación meteorológica empiece a preocuparse con esta pregunta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario